OPCA # 21

CALEIDOSCOPIO
Cuestionario OPCA 21
Libros, postales, estampillas, billetes y monedas. Memoria y patrimonio

ÁNGELA MARÍA PÉREZ MEJÍA
aperemej@banrep.gov.co
Subgerente, Subgerencia Cultural Banco de la República

Foto de Moldy Vintages en Pexels

1. El mundo de los objetos y las relaciones que establecemos con ellos va mucho más allá de su forma y su función.
¿Desde el quehacer de la entidad que representa qué otras dimensiones y horizontes de sentido pueden contener y expresar?

Los objetos son más que el testimonio vivo de las sociedades. También representan interacciones entre lo que somos, lo que valoramos y lo que conservamos como expresiones vivas, plurales e inclusivas. De acuerdo con esto, la Red Cultural del Banco de la República desarrolla un trabajo articulado en 29 ciudades del país y sus áreas de influencia, desde Centros Culturales que propician la gestión del patrimonio cultural de la nación, el acceso al conocimiento y la consolidación del sentido de ciudadanía, a través de la salvaguarda, mediación y divulgación de las colecciones bibliográfica y documental, filatélica y numismática, así como de artes plásticas, arqueología y etnografía, que se gestionan de forma articulada, transparente y eficiente desde la Red de Bibliotecas, el Museo del Oro y sus museos regionales y los Museos de Arte y numismática.

2. Más allá de lo establecido por las normas que nos rigen, ¿Qué características y qué criterios de valoración pueden hacer de un objeto del tipo libros, postales, estampillas, billetes y monedas, un bien patrimonial?

Los objetos culturales son bienes patrimoniales porque la sociedad que los ha producido reconoce en estos bienes valores colectivos, referentes significativos y conocimientos diversos con los que ciudadanos y ciudadanas podamos interactuar e identificarnos. Los patrimonios son legados con los que le damos sentido a nuestro presente y orientación al porvenir.

En esa vía, las colecciones del Banco de la República reúnen objetos que hacen parte del patrimonio y la historia cultural y documental de la Nación colombiana. Las colecciones bibliográfica y documental, filatélica y numismática, así como de artes plásticas, arqueología y etnografía que se encuentran en nuestros centros culturales son testimonio del pasado y el presente del país, de su construcción como sociedad, de sus procesos creativos y del desarrollo y circulación del conocimiento dirigido a los diferentes públicos y actores de nuestra realidad. Nuestras colecciones son símbolos de nuestra identidad y valiosas fuentes primarias para la investigación, preservación y difusión del patrimonio cultural colombiano.

Cada colección tiene una política de desarrollo con el propósito de que sean balanceadas en cantidades, formatos y contenidos para las generaciones presentes y futuras.

3. Desde la gestión de lo público, ¿Qué tareas realizan en torno a la protección, salvaguardia y puesta en valor de estos dichos objetos?

La Red Cultural del Banco configura servicios culturales alrededor de los objetos culturales que componen las mencionadas colecciones. La apropiación, circulación y protección de estos objetos y la activación de su valor patrimonial se hace mediante procesos de gestión cultural que se desarrollan garantizando su visibilidad, pertinencia y acceso.

Se busca ofrecer servicios con vocación pública, patrimonial y de investigación, con espacios y programas inspiradores, accesibles e incluyentes. Cada uno de los centros culturales es un espacio concebido de acuerdo con la vocación y las necesidades de su región y de sus públicos; del mismo modo responden sus colecciones, sus servicios culturales y la programación permanente que se ofrece de forma física o virtual. Estos se adaptan, de manera permanente, a las necesidades de los públicos actuales y futuros, apoyados en la apropiación de nuevas tecnologías y la atención a visitantes.

• La conservación y manejo de la colección bibliográfica del Banco de la República es responsabilidad de la Biblioteca Luis Ángel Arango que, a su vez, lidera la Red de Bibliotecas del Banco de la República en el ámbito nacional, y presta sus servicios en los 29 centros culturales. En 22 de ellos hay bibliotecas, 5 cuentan con centros de documentación regional y en 3 se prestan los servicios de la biblioteca mediante préstamo interbibliotecario. Además, la Biblioteca Virtual cuenta con material en diferentes formatos, en su mayoría sobre Colombia o de autores colombianos y es consultada por millones de usuarios desde cualquier parte del país y del mundo. https://www.banrepcultural.org/coleccion-bibliografica

• La colección numismática está compuesta por monedas, billetes, títulos valores, y elementos relacionados con su proceso de producción, entre los cuales se encuentran diseños originales de artistas que participaron en la creación de especies monetarias, pruebas de billetes y monedas, troqueles, planchas impresoras, máquinas, balanzas, cajas fuertes, entre otros. Esta se exhibe en el Museo Casa de Moneda en Bogotá que cuenta la historia de Colombia y muestra los cambios arquitectónicos que ha tenido la casa hasta finales del siglo XX. https://www.banrepcultural.org/coleccion-billetes-monedas

• La Colección Filatélica tiene como objetivo la conservación y difusión del patrimonio cultural colombiano en el campo de la historia filatélica y postal del país. Cuenta con una colección cercana a las 300.000 estampillas colombianas y de los demás países del mundo, las cuales se exhiben en exposiciones temporales en todo el país. Esta colección es gestionada por el Centro Cultural de Medellín del Banco de la República. https://www.banrepcultural.org/coleccion-de-estampillas


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Pérez, Á. (2022). CALEIDOSCOPIO Cuestionario OPCA 21. Boletín OPCA, 21, 85-89.


SANTIAGO ULISES JARA RAMÍREZ
SJara@museonacional.gov.co
Coordinador Programa de Fortalecimiento de Museos
Red Nacional de Museos

1. El mundo de los objetos y las relaciones que establecemos con ellos va mucho más allá de su forma y su función. ¿Desde el quehacer de la entidad que representa qué otras dimensiones y horizontes de sentido pueden contener y expresar?

Los objetos nos permiten viajar en el tiempo y en el espacio, especialmente cuando se encuentran en un museo que generalmente nos cuenta historias del pasado o de territorios y personas lejanos, ajenos. Nos acercan a la materialidad que constituía la vida cotidiana en el pasado o incluso en el presente de otras culturas, grupos étnicos, países. Como compuerta que nos permite experimentar sensorial y emocionalmente la diferencia nos invitan a ponernos en los zapatos del otro, a acercarnos a otras historias para ampliar nuestros horizontes de comprensión y valoración de las distintas voces de la humanidad. Esa experiencia con el objeto que nos extrae de nuestra realidad y nos hace adquirir conciencia sobre el presente nos permite imaginar otros futuros. Permiten un ejercicio crítico a partir del cual reimaginar la sociedad, las relaciones humanas y las comunidades a las que pertenecemos.

2. Más allá de lo establecido por las normas que nos rigen, ¿Qué características y qué criterios de valoración pueden hacer de un objeto del tipo libros, postales, estampillas, billetes y monedas, un bien patrimonial?

Hay más características y criterios, pero destacamos los siguientes:

Pertenencia: p. ej. fue un objeto que perteneció a un personaje importante en la historia de un país, una ciudad, una comunidad.

Unicidad: fue el primer o último ejemplar, fascículo o es el único que queda o sobrevive o está atado a un hecho anecdótico de la historia que se narra.

Antigüedad o edad: generalmente un objeto se vuelve patrimonio porque es un sobreviviente. Es decir, es lo que logramos preservar o sobrevive fortuitamente de otros tiempos para que lo conozcamos y lo conozcan las futuras generaciones.

Valor histórico: reflejo y testimonio de un momento histórico tanto de hechos ocurridos que describe o narra como de los valores y preferencias de quienes definen qué figuras o personajes, flora o fauna, paisajes, lugares incluir como representativos de la nación, de cómo imaginan esa colectividad, como lo definió Hobsbawm.

Banderas, escudos, estampillas, billetes y museos nacionales comparten esa condición de representar una nación y su manera de ser, ejercicio que debe ser cada vez más incluyente, escrito a múltiples manos y como ejercicio de cocreación que refleje la diversidad de sus habitantes y territorios. Las postales responden a ejercicios de representación desde distintos lugares de enunciación y que asociamos más con expresiones de lo privado, del turismo como un fenómeno comercial no definido directamente por el Estado, sin desconocer que puede haber postales curadas desde lo público que responden a la misma lógica de las banderas, escudos, etc. ya mencionada.

Dentro de la historia de la representación de la nación puede cambiar la valoración y la forma de interpretación de esos objetos para mostrar avances o movimientos históricos que tienen otra orientación o tendencia. Esto pudo verse en la exposición Primera y última que comparó dos constituciones del país y los niveles de inclusión y reconocimiento de su diversidad y de representación de esa comunidad imaginada. La posición desde el presente de cualquier individuo frente a la primera constitución puede ser de validación, confrontación, negación, recuperación de algunos de sus puntos y eso implica ir al pasado para verlo críticamente y así repensar nuestras acciones en el presente y de ahí, colectivamente, definir otros mundos posibles, otras visiones de futuro.

Más allá de la vinculación de esos objetos con la historia nacional, hay una dimensión personal que también acogen, esta puede darse por ejemplo en el coleccionismo de estampillas, monedas y billetes o en la relación de la historia personal con alguno de estos objetos que recuerdan un episodio personal importante, feliz o triste. Un ejemplo en el ámbito de los museos es el Museo de la Inocencia de Orhan Pamuk, que también es una novela, que exhibe objetos que hacen parte de la historia de amor de sus protagonistas y con el que Pamuk pone en práctica su Modesto manifiesto por los museos y retrata la vida en Estambul de las clases altas a finales del siglo XX.

3. Desde la gestión de lo público, ¿Qué tareas realizan en torno a la protección, salvaguardia y puesta en valor de estos dichos objetos?

Desde el Programa Fortalecimiento de Museos del Museo Nacional de Colombia - Ministerio de Cultura asesoramos a los museos registrados en el Sistema de Información de Museos Colombianos (SIMCO) en la gestión de sus colecciones, en su conservación y restauración y en su investigación y divulgación a través de exposiciones de corta o larga duración físicas o digitales. En nuestra página web pueden encontrar material de consulta que puede ser de utilidad a los museos interesados en la conservación, restauración, protección, puesta en valor de sus colecciones a través de guiones museológicos y museográficos, actividades educativas y culturales para seducir a los ciudadanos en busca de que apropien ese patrimonio: http://www.museoscolombianos.gov.co/materiales/Paginas/Materiales.aspx

Dentro de los beneficios que trae estar registrado en SIMCO se encuentra recibir de parte del Ministerio de Cultura una licencia gratuita de Colecciones Colombianas, programa informático para la gestión integral del patrimonio que acoge un museo y la capacitación correspondiente para su uso.

También estamos a cargo de 9 museos del Ministerio de Cultura ubicados en Honda, Villa del Rosario, Ocaña, Villa de Leyva, Santafé de Antioquia, Popayán y Cartagena, que protegen, investigan y divulgan patrimonio arqueológico, histórico y artístico del país asociado principalmente a la historia política de la construcción de la nación colombiana. Más información: http://www.museoscolombianos.gov.co/museos-del-ministerio-de-cul-tura/Paginas/default.aspx


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Jara, S. (2022). CALEIDOSCOPIO Cuestionario OPCA 21. Boletín OPCA, 21, 90-93.


Bajo el vidrio, en la caja

JULIANA ISABELLA PARDO
ji.pardo@uniandes.edu.co
Estudiante de Arte
Universidad de los Andes

Había fotos metidas bajo el vidrio de la superficie de su mesita de noche. Decenas. Todas en sepia y blanco y negro. Cuadritos diminutos del tamaño de un pulgar y otras tan amplias como la palma de una mano. Yo las había visto la vez pasada pero mi curiosidad no había sido suficiente para liberarlas del imponente cristal. Pero ese día, que ella estaba en la mesa concentrada jugando Sudoku, aproveché para entrar a su cuarto. Entré despacito sin hacer ruido. Que no era tan difícil ya que siempre andaba descalza.

Me acerqué a la mesita y pegué el mentón contra el vidrio. Respiré. Luego empecé a toser porque ese lugar, todo el lugar, estaba tan bañado en polvo que ya empezaba a creer que venía más de ella que de la casa. Después de toser, me acomodé para levantar el vidrio con cuidado, metiendo las uñas entre el diminuto espacio entre el cristal y la madera para levantar la capa transparente. Con la mano izquierda sostuve el vidrio a unos cuantos centímetros de la mesa y con la derecha escurrí mi mano por el hueco para deslizar hacia afuera cuantas fotos pudiera. Las vi caer al piso delicadas. Rápidamente y con mucho más cuidado, devolví la derecha al vidrio y empecé a bajarlo lentamente hacia la madera. Tratando de no pensar en cómo sonaría si se rompiera o si me rompiera a mí los dedos.

Me senté en el piso y recogí las fotos para ponerlas encima del mismísimo cristal que tanto detesté. Eran extremadamente frágiles. Los papeles ya habían sido besados por demasiados vientos y demasiadas pieles que no habían podido evitar adelgazarlos. Muy pronto serían polvo.

¡Polvo bajo el vidrio de la mesa! No pude evitar pensar, liberando unas cuantas risas. Como si este cuarto necesitara más cosas que barrer.

Entonces recordé mi alergia y me rasqué los ojos y la nariz en una sola maraña de dedos.

Mirando de nuevo las fotos recordé lo que me había dicho mi abuela la vez pasada, cuando me acerqué esa mañana a la mesa y la miré sin decir nada.

– Esos son tus tíos, ¿sabías? –

– ¿En serio? – Le respondí frunciendo el ceño.

– Mira. Esa es tu tía Marcela y esa tu tía Elvira. – Dijo apuntando a un diminuto cuadro de papel, el cual estaba lejísimos bajo ese vidrio grueso. Luego movió la mano hacia la siguiente foto. – Ese es tu papá con tu tío Humberto –

– ¿Mi papá? – Dije yo con asombro. – Pero ¡qué diminuto! ¡Y se ve igualito a mi tío! – Exclamé mirando el cuadrado lleno de tonos cafés que mostraba a dos infantes casi idénticos sentados en el pasto mirando desconcertadamente al horizonte.

– Sí. Y ahí está tu tía Rosalba. – Me respondió ella apuntando a otra foto.

Me quedé mirando las fotos un rato mientras recordaba lo que me dijo ese día. Todos eran tan pequeños. Más pequeños que yo. Y a mi todos me decían que era muy pequeña. No pude evitar pasar mis dedos sobre las fotos. Escuchar cómo sonaban mis caricias y luego ver cómo se despegaba mi dedo de la superficie semi brillante del papel después de tocarlo con más presión.

Las acomodé en la mesa según el tamaño de la foto. De más grande a más pequeña. Luego de más pequeña a más grande. Luego puse las que estaban en blanco y negro de un lado y las que estaban en sepia del otro. Luego miré detalladamente en las que aparecía mi papá. Luego miré las de mis tías.

¿Cómo es que se ven tan parecidas? ¡Y tan pálidas! ¿Y esos vestidos tan raros? ¡Son demasiado blancos!

Creo que fue tal vez ese día, mirando esas fotos, que me empecé a quedar miope.

De pronto escuché pasos y me agaché para que la cama me tapara. Cerré los ojos.

– ¿Qué haces? – Preguntó mi abuela con cierto desdén. Ya podía sentir su sombra sobre mí. Esperó un rato y luego insistió. –Alejandra –

Caminó unos pasos más hacia mi cuerpo acurrucado y creo que entonces notó los parches oscuros bajo el vidrio de la mesa que siempre estaba cubierta con el blanco y los grises lavados de las fotos. Suspiró.

– Te dije que no levantaras ese vidrio, nena –

– Es que quería ver mejor las fotos. – Le dije con mi cara todavía mirando al piso. – Perdón –

Después de unos segundos, escuché que sus pasos se alejaban y se abría la puerta del closet del fondo. Entonces levanté la cabeza y la vi al otro lado del cuarto trasteando cosas por entre la oscura madera. Cuando cerró la puerta se acercó a mí de nuevo con una caja bajo el brazo.

– Ven. – Me dijo. Y empezó a caminar a la puerta.

Yo me paré y la seguí hasta la mesa del comedor, donde noté que ya había terminado su Sudoku. Ella se sentó y puso la caja en el centro de la mesa. Le quitó la tapa lentamente, metió la mano dentro y con mucho cuidado recogió cuadros de papel que luego depositó en la mesa.

Inhalé aire.

Había un centenar de fotos. Iguales y más grandes y más viejas y más nuevas que las de su mesita de noche. Y todas libres del vidrio aislante. Estiré la mano para cogerlas y mirarlas de cerca, pero ella me agarró el brazo antes de que pudiera.

– Ten cuidado. Estas fotos son muy viejas y no quiero que las vayas a dañar.
– Me dijo mirándome fijamente a los ojos.

Asentí lentamente mirando sus ojos de vuelta. Callada. Luego me soltó el brazo y yo me moví lentamente a tomar una sola foto con cuidado.

¡Es mi papá otra vez!

En esta foto tenía un pantalón negro y una camisa blanca y estaba montado sobre un columpio. Después de verla un rato me acerqué al montón a ver las otras. Había más de mis tíos, de mi abuela sosteniendo bebés, de mis tíos con niños que no reconocía, de adultos que nunca había visto, de más columpios, de una casa muy antigua, de zapatos, de ventanas, de más niños que jamás había visto. Las sostuve a todas. Escuchando el papel y mirando los grises.

Unos minutos después, entró mi papá por la puerta principal con mi tío que habían ido a comprar harina y queso para la cena. Apenas entraron y dejaron las cosas en la cocina, mi papá se acercó a darme un beso en la cabeza y se asomó a ver lo que estaba viendo.

– ¡Ay, no puede ser! – Dijo entre risas. – ¡Que ropa tan fea! – Exclamó a carcajadas mientras veía la misma foto que yo había sostenido antes. Luego tomó otra y dijo suavemente: – Mi tía Carmen …– Se quedó observándola un rato y luego le dijo a mi abuela que seguía en la mesa observando que yo no fuera a dañar nada: – ¡Mamá, no sabía que todavía tenías estas fotos! Pensé que se habían perdido en la mudanza.

– Pa que vea, mijo. – Le contestó ella y se levantó para ir a la cocina.

Entonces se sentó mi papá en la mesa a mirar las fotos conmigo mientras mi abuela comenzaba a hacer las arepas de la cena y yo seguía desarrollando mi miopía tratando de ver todos los detalles de las grisosas personas bajo mis dedos.

Cuando mi abuela acabó de asar las arepas, nos pidió que guardáramos las fotos en la caja porque ya íbamos a comer. Saqué los individuales y los cubiertos del cajón de la cocina y los puse sobre la mesa. Busqué las servilletas en el estante del lado del lavadero y luego me volví a sentar a esperar a mi tío y a mi abuela. Frente a mi cara y bajo la luz tenue que golpeaba la mesa, se manifestó una arepa de maíz blanco con queso rallado.

La siguiente vez que fui de visita, antes de ir a agacharme al lado de su mesita de noche, vi que la caja ahora estaba en la repisa de la sala y no escondida en su cuarto.


Cómo citar este artículo

Pardo, J. (2022). Bajo el vidrio, en la caja. Boletín OPCA, 21, 94-99.


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