OPCA # 19

Desde el Museo del Oro

EDUARDO LONDOÑO L.
elondola@banrep.gov.co
Jefe de Divulgación Cultural del Museo del Oro, Bogotá.

Por Reg Natarajan. Tomada de Flickr

¿Cuáles son los aprendizajes más importantes de la experiencia del Covid 19?

La pandemia de Covid 19 obligó a cerrar los museos, acabó el turismo, encerró a la mayoría en sus casas, desarrolló nuevos comportamientos y competencias en lo virtual. Gracias a una sólida cultura de previsión de contingencias, la tecnología del Banco de la República estaba adaptada para el cambio al trabajo mediante acceso remoto al computador de la oficina y a la red interna (no solo sistemas, videoconferencias y “nubes” seguras, sino aspectos como firmas electrónicas, digitalización de correspondencia, etc.).

 

El Jaguar, el Museo del Oro, Bogotá Colombia. Foto por Elias Rovielo, Flickr

Y entonces se vio que lo virtual trae muchas oportunidades nuevas: una fría tarde bogotana tenemos más asistentes en una conferencia virtual que en el auditorio; las visitas escolares hechas desde Bogotá ahora atienden grupos escolares que están en Honda, en Barrancabermeja o en Casanare; los curadores colaboran con arqueólogos e investigadores del mundo entero; hemos hecho eventos con arqueólogos que están en Perú, otros para congresos de toda América Latina o para joyeros de los cinco continentes; por primera vez hicimos un grupo de estudio y capacitación con el personal de la red de los seis Museos del Oro regionales y Bogotá; la audiencia de los museos regionales es ahora nacional. Por cierto, el Museo del Oro Nariño de Pasto es muy fuerte en WhatsApp, no solamente para convocar, sino para crear y ofrecer actividades en audio o en breves videos que se difunden viralmente por esa red.

La pandemia, sin embargo, devela falencias aún en una institución bien equipada. Los sistemas informáticos son buenos, pero el aprendizaje para usarlos llega a un punto mínimo de funcionamiento y luego avanza poco o nada: hay que innovar en capacitación y sobre todo en acompañamiento. Los visitantes presenciales eran siempre “un activo”, pero cómo convertirlos en usuarios virtuales si no tenemos sus contactos y sus correos electrónicos, por lo demás protegidos por las leyes de habeas data: hay que hacer alianzas entre instituciones, reunir divulgaciones sin compartirse las bases de datos. La más reciente versión de la página web del Museo del Oro convoca a eventos y a visitar las exposiciones, pero —tal vez por aquella antigua sensación de que “compite” con lo físico— está bastante desprovista de contenidos: hay que publicar los contenidos completos de antiguas exposiciones, no solo un texto promocional, y hay que poner en línea las colecciones, acompañadas por atractivos textos de curaduría.

Toda la labor virtual y de redes sociales llegó para quedarse, y el futuro será mixto: virtual + presencial. Ante una amplia competencia, un posible cansancio del público y probablemente un retroceso cuando pueda regresarse a lo presencial, los eventos virtuales deberán innovar y ser cada vez más adaptados a sus públicos. Debemos conocer y sentir mejor a los públicos virtuales, reconocer cómo se empoderan con el acceso a internet, convertirlos en aliados para volvernos virales y que le cuenten a sus amigos y a los amigos de sus amigos. Los medios virtuales deberán tener desde el inicio un lugar importante en los futuros proyectos, y son un escenario ideal para hacer museos y eventos realmente participativos, donde las personas puedan colaborar, intercambiar saberes e influir en los contenidos. Sin embargo, la virtualidad deja rezagados a los públicos desconectados, y ante todo a los de inclusión social, tercera edad y discapacidad. Estamos acumulando una deuda con ellos.


Cómo citar este artículo

Londoño, E. (2021). Desde el Museo del Oro. Boletín OPCA, 19, 30-33.


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