OPCA # 2

Del Cartucho al Parque Tercer Milenio y los intereses en el espacio dentro de la construcción de Ciudad

“Nosotros pensamos como comerciantes que lo que quiere la administración es que la zona se deteriore más, porque si deterioran una zona más queda más fácil acabarla; no más vayamos aquí cerca al barrio San Bernardo, es otro barrio que se desaparece. (…) Al deteriorarse la zona es más fácil comprar a precios muy bajos para hacer los proyectos y después vender a precios muy caros y sacrificar una historia de un país para hacer los grandes proyectos. A eso es que va ese barrio.”
(Mario Arturo Suavita 17 de Julio de 2009).

Ingrid Morris
monina.morris@gmail.com
Antropóloga de la Universidad de los Andes, consultora Subdirección de Adultez Secretaría Distrital de Integración Social.

Guillermo Montoya
guillemontoya@gmail.com
Antropólogo Universidad de los Andes. Magister en Antropología de la Universidad de los Andes. Miembro fundador e investigador de ASCIENDE (Asociación Colombiana de Investigación y Estudios Sociales del Deporte.

Resumen

Foto tomada del periódico EL TIEMPO

La información expuesta en el presente articulo hace parte de las investigaciones para el proyecto “En un lugar llamado El Cartucho” ganador del concurso Ciudad-Memoria de la convocatoria Ciudad y Patrimonio 2008, mediante la resolución No 425 (27, 10, 2008), del Instituto de Patrimonio Distrital, con el objetivo de indagar la historia y memoria del Cartucho y cuestionar el rol de los ciudadanos ante los proyectos de renovación urbana, así como la visión sobre los habitantes que viven en las calles


Palabras claves: Memoria histórica, antropología del espacio, patrimonio material e inmaterial, proyecto de desarrollo urbano.

El Cartucho fue el nombre que tomó el viejo barrio Santa Inés, fruto de un lento proceso de trasformación social y urbana de esta zona de la capital. Este sector estaba circunscrito al sur por la calle 6, al oriente por la carrera 10, al occidente por la avenida Caracas y al norte por la calle 10, comprendiendo 17 manzanas. Era una antigua parte de la ciudad de Bogotá, cuya existencia data de la colonia; en su tiempo fue habitado por prestantes familias santafereñas y en épocas republicanas, como lo indican algunas construcciones de la época, por personalidades intelectuales de importancia nacional. Obedeció su presencia en la ciudad al primitivo desarrollo de la misma como lo indica su planeación, toda vez que éste barrio contaba desde su origen con una iglesia parroquial (Iglesia de Santa Inés, ubicada en la Calle 10 con Carrera 10) y, con una plaza de mercado (Plaza de Mercado Central), que en los años treinta llegó a ser una de las más importantes y populares en la ciudad. Estas estructuras serían el eje de transformaciones de impacto en todo el barrio Santa Inés, ya que su popularidad y auge hizo que el barrio residencial se fuera deteriorando, a lo que se sumó el sucesivo olvido de las administraciones de la capital, amén de otros factores económicos, sociales y políticos que lo convirtieron en síntesis y reflejo de la violencia y el conflicto armado en el que ha vivido nuestro país desde hace más de sesenta años. Todo esto llevó a que este barrio se convirtiera en una de los principales expendios de drogas de la capital, situación en la cual creó su propia identidad, siendo fuente de mitos, historias y leyendas que acreditan su realidad.

Santa Inés, luego el Cartucho, por sus disposiciones espaciales como la cercanía a la Estación de la Sabana y la cercanía a San Victorino, se erigió poco a poco como centro de acopio y comercio mayorista, condición enfatizada también por los servicios que prestaba en su espacio al ser cede de la primera terminal de buses de Bogotá alrededor de una bomba de gasolina y por poseer la plaza de mercado más grande a mediados del s.XIX. Fue centro de acopio de migrantes de la violencia y alternativa económica al desempeñarse como la primera sede del comercio informal para los recién llegados y desempleados durante las diferentes oleadas de violencia en el país.

De esta forma, el deterioro por la sobrepoblación progresiva a la par del crecimiento de la Ciudad y la creación de zonas más acreditadas al norte de la Ciudad, desvalorizó el barrio de Santa Inés pasando de ser el lugar más prestigioso a convertirse en una alternativa de refugio y vivienda para las personas humildes de Bogotá, así como para campesinos y migrantes de otras partes del país durante la primera mitad del siglo XX. Asimismo, debido a todo lo que conllevaron las dinámicas del consumo de estupefacientes durante los 70’s y 80’s, El Cartucho se volvió en centro de violencia y peligro de la capital, razón por la cual en 1998, el alcalde Enrique Peñalosa decidió extirpar este lado oscuro de la ciudad y a cambio construir allí el Parque Tercer Milenio, un lugar que según su proyección, sería un pulmón de árboles para la ciudad y un espacio estéticamente bien hecho destinado al confort y el disfrute de los habitantes. Por todo lo anterior a través de este artículo se quiere evidenciar los factores que influyeron en el proceso de transformación de Santa Inés–El Cartucho y sobre todo discutir los intereses, situaciones y posiciones en la construcción del Parque Tercer Milenio enfocando el tema hacia las tensiones entre los proyectos de desarrollo y los discursos del patrimonio cultural de las comunidades. Se trata entonces de hacer un análisis comparado entre las tensiones y contradicciones propias del discurso institucional dentro de su argumentación y justificación para demoler el barrio y, las percepciones y experiencias de los diversos actores sociales que han vivido de cerca el proceso de desalojo y de construcción del parque Tercer Milenio y las zonas comerciales aledañas.

El Parque Tercer Milenio fue uno de los proyectos de Renovación Urbana más ambiciosos de la ciudad de Bogotá, desarrollado desde 1998 durante la administración del alcalde Enrique Peñalosa, a través del Plan de Desarrollo “Por la Bogotá que queremos”, el cual estaba basado en la importancia de la renovación urbana con el fin de construir una ciudad confortable y estéticamente más linda, “más cerca de las estrellas” como rezaba su slogan. Así, por decisión del alcalde, se demolió todo El Cartucho (680 construcciones) y se desplazaron al rededor de 120001 habitantes, un hecho que dio mucho de qué hablar a los urbanistas, arquitectos, científicos sociales, habitantes del sector, entre muchos otros y, quienes hasta el día de hoy cuestionan la utilidad de este gran parque.

Una vez entendido el proceso de transformaciones del barrio Santa Inés-El Cartucho, queda claro que éste llegó a ser un espacio deteriorado en el que se concentraba la pobreza, la delincuencia, el consumo y el tráfico de estupefacientes, razón por la cual sigue siendo confusa la idea de la demolición como única solución al problema que se concentraba allí. Por todo lo anterior se requiere de un análisis de los motivos esenciales que llevaron a la construcción del Parque Tercer Milenio a cambio de un barrio. ¿Si el problema del Cartucho era social y no urbanístico, por qué no se dio otro tipo de solución? ¿Cuáles fueron los planes de impacto social diseñados para acompañar a los habitantes del sector? ¿De qué manera se desplazaron las doce mil personas que vivían allí? ¿Cómo y dónde se reubicaron a los habitantes?

En primera medida, las razones de la administración Peñalosa para la realización del Parque Tercer Milenio fueron ideas fundamentales y principales en el marco programático y político de su alcaldía, a partir del criterio del embellecimiento de la ciudad. Para nadie era un secreto que El Cartucho resultaba ser el lugar más derruido y para muchos deplorable de Bogotá. Sin embargo, el principal motivo con el cual se sustentó esta formidable intervención fue el informe de la OMS para 1998 en el cual se declaraba El Cartucho como uno de los lugares más peligrosos de Latinoamérica (Piffano, 2003). Dicho argumento se erigió como razón suficiente para llevar a cabo de una manera rápida y contundente la labor de desalojo, compra de predios, demolición y construcción del parque. No obstante, el cuestionamiento de muchos sigue siendo ¿Cómo es posible que para un problema social como la pobreza y la indigencia se proponga una solución estrictamente estética?

Si una de las principales razones para derribar el barrio Santa Inés – El Cartucho era su tugurización, por ser un lugar derruido, cuyas estructuras se estaban desplomando, donde no existían mínimos de sanidad y seguridad, se vuelve inevitable mirar atrás y repasar la cronología del lugar para darle inicio a la identificación de las circunstancias por las que este antiguo y otrora prestigioso lugar se volvió así. Diferentes autores de textos, desde los arquitectos, habitantes del sector, científicos sociales y artistas entrevistados para esta investigación, coinciden en afirmar que en una ciudad como Bogotá, que alcanza los siete millones de habitantes, aquejada por múltiples y complejos problemas sociales y políticos, es inevitable que germinen y se formen espacios y lugares que simbolizan y expresan la desesperanza, la depresión colectiva de grupos y personas, donde se generen actitudes marginalistas que derivan en una fuga de energía, donde la herida se abre y llora hasta que se seca. Es decir, se formen los tugurios, el hacinamiento, la tácita convocatoria de gentes que aúnan impotencias a fin de acompañarse.

El dolor y la frustración de quienes no encajan en la vida sistemática que ha creado la sociedad produce lógicas que apartan de la realidad y enajenan desde la entraña de su propia dimensión. Parte de esa lógica desesperada o inconsciente consiste en el libertinaje, la ilegalidad y en una ruptura a veces violenta de todos los límites que aíslan el sueño de lo real, la vida y la muerte. El Cartucho como espejo de la Ciudad, “la ausencia”. Ausencia del Estado y la normalización (Robledo et al, 2008).

En su condición de antropóloga conocedora del mundo delos recicladores y las personas de la calle Salcedo2

“La objetividad del deterioro de ciertos sectores de las ciudades es un deterioro determinado por el abandono del Estado” (María Teresa Salcedo Entrevista Personal 2 de Septiembre de 2009),

Y es que el olvido y la dejación fue una de las denuncias reiteradas a lo largo de las entrevistas con habitantes de antaño de Santa Inés, así como lo demuestran los documentos públicos sobre el sector. El permitir que se deteriore3 una zona por ausencia de los cuidados básicos que son responsabilidad del gobierno, le da cabida a otras formas de vida:

“El olvido de todas las administraciones permitió que se consolidara la venta de alcohol y sustancias psicoactivas. Si hubiese existido desde un principio un control a ese fenómeno, tal cosa no hubiese ocurrido. Porque esta zona se hubiera podido integrar perfectamente a la recuperación de la Candelaria.” (Carlos A. Garzón1, Entrevista personal 10 de Julio de 2009).

La pobreza y el conflicto son realidades inevitables en este país, así como es inevitable que se reproduzcan y se asienten en lugares que han sido olvidados y marginados por el Estado mismo, convirtiéndose en tugurios depositarios de la pobreza, representada por sus gentes que viven del comercio informal y todo aquello que la sociedad no quiere ver ni aceptar.

En el Censo Socioeconómico de los barrios de San Bernardo y Santa Inés, contratado por el IDU durante 1998, el 60% de personas en Santa Inés trabajaba por su propia cuenta, lo que quiere decir que en su mayoría no eran ni obreros ni empleados sino sobre todo comerciantes informales. Y es que, en específico, los habitantes de El Cartucho eran recicladores, vendedores, cachivacheros, limosneros o retacadores, vigilantes de carros, herramenteros, campaneros, ladrones, entre otras varias ocupaciones. Todas las ciudades del mundo tienen un lugar donde se asientan los más desfavorecidos. Mike Davis, en su libro “El Planeta de los Tugurios”, menciona la palabra “slums” (tugurio) y, explica que proviene de una connotación que en un principio sólo significaba el lugar donde los pobres habitaban, significado que con el tiempo se empezó a identificar con un fenómeno internacional, transformando el sentido original del concepto ya que el barrio de los tugurios clásico era un lugar notoriamente pueblerino y pintorescamente local, pero con el tiempo se vino caracterizando como una amalgama de viviendas desvencijadas, hacinamiento, pobreza y vicio (Davis, 2006).

Desde la antropología de los sentidos que propone María Teresa Salcedo nos dice que:

“La ciudad requiere de espacios alternativos para conocerla, consumirla, establecer la sexualidad, la necesidad de vivir la ilegalidad como legalidad. El encuentro entre lo objetivo y subjetivo, la ciudad es un ser vivo y el Cartucho hacía parte de la realidad subjetiva de este ser. Bogotá no es la única ciudad que tiene sitios como el Cartucho; en todo el mundo los hay. Los bajos mundos son distintos, la ciudad misma dialoga con la identidad de ese deterioro y muestra una historicidad, es un intercambio de tiempos.” (Entrevista Personal María Teresa Salcedo 2 de septiembre de 2009).

Ahora bien, al ahondar en los habitantes que con el tiempo fueron constituyendo El Cartucho, su procedencia y las causas que fueron transformando el espacio, es necesario volver a los antecedentes históricos que influyeron:

Contexto histórico que contribuyó a la formación de El Cartucho

La Violencia

La violencia marcó el incremento de población en Bogotá, con desplazamientos hacia la ciudad desde el siglo XIX, como lo evidencia el historiador Vladimir Melo:

“El siglo XIX estuvo caracterizado realmente, más que por un gran desarrollo económico, por la guerra civil. Por lo menos es ésta última la circunstancia que más influyó en la actividad marginal (indigencia/delincuencia) de la calle en Bogotá. La guerra en los campos desplazó a muchas personas, viudas, huérfanos y soldados; a las que se sumaron los indígenas desplazados por la abolición de los resguardos y la posterior oferta hostil por parte de los terratenientes” (Melo, 2001).

Desde entonces, alrededor del año 1867, las calles y plazas cundían de mendigos, así como de basura y ratas (Samper, 1867)4. Posteriormente, a mediados del siglo XX, la violencia partidista fue la promotora de la migración de campesinos en los años 50´s como resultado del conflicto político social que se vivió en los campos y que impidió el cultivo de sus tierras en paz, como la realización de procesos de negociación que garantizaran sus derechos, frente a viejos y nuevos terratenientes que como sujetos activos de esa gran violencia idearon la guerra como instrumento de apropiación de las tierras (Gutiérrez et al, 2007). Tal hecho determinó que muchas familias llegaran a la capital en busca de refugio, primero y, luego, de alternativas de trabajo asentándose en los lugares dormitorio como Santa Inés y La Favorita donde en medio de dificultades evidentes, vendían enseres, ropas y cosas producidas en sus regiones, bajo las formas inevitables del comercio informal. Otra manera de subsistencia consistió en la presencia de mujeres en el mercado laboral urbano y la oferta a las familias citadinas de sus aptitudes para el servicio doméstico.

El Narcotráfico

Según los testimonios y los textos consultados, la crisis en El Cartucho comenzó sobre todo a mediados de los años 80’s con fuertes tensiones a mediados de los años 90´s. En los 80’s el auge de la cocaína y los estupefacientes se infiltra en todos los lugares donde las alternativas económicas son precarias y su complejo proceso de producción – siembra, elaboración, tráfico – permiten permear inmensos sectores de la sociedad y la geografía nacional. Cualquiera de las etapas productivas de la droga resulta muy rentable y por lo tanto halagüeña para segmentos de la sociedad olvidada sin reales alternativas económicas, especialmente para jóvenes y campesinos. Este fenómeno aportó por supuesto más razones y motivos para la guerra y la corrupción, así como para los irregulares asentamientos por comunas en las diferentes ciudades y lugares deteriorados donde el Estado parece no hacer presencia y cuya omisión genera los espacios perfectos para la ilegalidad. De ahí en adelante una cadena de causas-efectos inconmensurables se sucederían unas tras otras en estos lugares. En conclusión, como lo han dicho todos los testimonios de las personas que habitaron allí, como por ejemplo “La Repolla”, prostituta y habitante adulta de la zona:

“A mí El Cartucho lo dañaron cuando trajeron ese bendito basuco” (María Rosalba, entrevista personal 9 de septiembre de 2009).

A lo expuesto se suma la crisis producida por la apertura económica en el 91, que determina la manera como pequeñas microempresas y empresas empiezan a quebrar generando desempleo, aumento del comercio informal y pobreza asentada en los lugares de predios de baja condición económica o ampliamente ilegales. Este fenómeno estuvo acompañado y afianzado por la globalización y la homogenización de modelos económicos.

Ahora bien, después de las problemáticas sucesivas, el único proyecto de atención y solución al problema social de El Cartucho fue el plan de renovación urbana Parque Tercer Milenio en 1998 en el cual estaba enfocado la administración de Enrique Peñalosa. La eficiencia para poner en marcha la construcción del gran parque y encontrar el nivel de comodidad que soñaba y promulgaba el alcalde Peñalosa, dio como resultado el Plan Maestro para la construcción del mismo, el cual decreta y plantea lo siguiente:

“Decreto Número 880, (octubre 19 de 1998). Por el cual se adopta el programa de Renovación Urbana para la recuperación del sector comprendido por los barrios San Bernardo y Santa Inés y su área de influencia (…) ARTICULO 3- OBJETIVOS Y POLÍTICIAS DEL PROGRAMA: Recuperación y mejoramiento del sector, mediante las acciones y proyectos que le devuelvan la vitalidad urbana, la habitabilidad social, el equilibrio de usos, la protección del espacio público y la arquitectura y el sentido simbólico del centro de la ciudad como patrimonio cultural, social y económico”.

En la misma línea al seguir indagando en la procedencia de éste proyecto y en los objetivos del parque, Clemencia Ibáñez, quien era coordinadora de La Estrategia de Intervención Social del Cartucho en el Departamento Administrativo de Bienestar Social DABS (SDIS)5 durante 1998, comenta:

“Jaime Castro ya venía proponiendo una intervención en el Cartucho, por medio del proyecto Plan Centro, por todo el tema social y de delincuencia (…) hubo una propuesta interesante por parte de Enrique Peñaloza de Desencartuchar el Cartucho, rompiendo un poco la lógica de gueto que existía ahí y empezar a desenrollar ese gueto (…) desarrollar, no atacar para empezar a intervenir, pensando en las personas no sólo en el espacio.” (Clemencia Ibáñez, Entrevista Personal 11 de septiembre de 2009).

Ésta quizá ha sido la evidencia más palmaria en cuanto que el objetivo del proyecto del Tercer Milenio no era netamente estético y estructural ya que hubo una EIS (Estrategia de Intervención Social) del DABS que se ocupó de la reubicación y la atención de la población del Cartucho. Sin embargo, Clemencia continúa diciendo que:

“La EIS tenía que actuar de emergencia, crítico, que tenía que funcionar muy rápido y estratégico. La rapidez era porque tenía que ser un proyecto envolvente de la zona que cobijara todos los elementos, pero además que fuera contundente. En el sentido que el gobierno demostrara cohesión de las diferentes entidades.” (Clemencia Ibáñez, Entrevista Personal 11 de septiembre de 2009).

Así, el Distrito tendría la orden de trabajar eficazmente enfocado en la construcción del Parque Tercer Milenio y, tal sería la rapidez, que funcionarios aún hoy aseguran que esa agilidad no se había visto nunca antes para otro proyecto en la ciudad:

“La intervención en este sector se tradujo en uno de los mejores ejemplos del principio de coordinación interinstitucional, que caracteriza todo el “paquete” de medidas de renovación urbana implementado por Peñalosa y la segunda administración Mockus.” (Miguel y Ceballos, 2003 pág. 319).

Así, además de la EIS del DABS, según el documento Bogotá anatomía de una transformación. Políticas de Seguridad Ciudadana, 1995 – 2003, el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) tenía la responsabilidad de adquirir el suelo, acompañar el proceso social, pagar compensaciones y construir el parque Tercer Milenio. El Departamento Administrativo de Medio Ambiente (DAMA), estaba destinado a realizar un acompañamiento social, construir un Parque Tecnológico del Reciclaje, velar por las buenas condiciones ambientales de la construcción para un leve impacto ambiental y tenía la responsabilidad de crear un Ecoparque de Artes Gráficas para reubicar a quienes trabajaban en las tipografías (Miguel y Cebayos, 2003); por su parte la Caja de Vivienda Popular tendría que hacer un acompañamiento social para la reubicación de población, el Fondo de Ventas Populares fortalecería las capacidades productivas, el IDIPRON6 atendería los casos de niños abandonados y en consumo de drogas, la Policía Metropolitana tendría que ejercer el control de seguridad así como apoyo logístico en el proceso de demolición y, por último, la Secretaría de Gobierno realizaría planes de seguridad y convivencia (Miguel y Ceballos, 2003).

Sin duda, la realización de una obra de tal magnitud adelantada en su mayoría durante la administración Peñalosa, tuvo que tener una gerencia y administración extraordinarias para coordinar las diferentes entidades en pro del objetivo común; pero, para algunos, no queda resuelta la inquietud sobre “Mejorar el entorno de la ciudad”, “armonizar el proceso de urbanización de la ciudad” y “demostrar la cohesión de las entidades” como señalaba el Plan de Desarrollo de la administración Peñalosa, a costa de intervenir un espacio en donde habitaban 12mil personas, 501 hogares y 5.030 personas en condición de extrema pobreza, de las cuales 1170 eran niños y 1880 mujeres; el patrimonio arquitectónico de algunas construcciones, 602 predios, las bodegas y sedes de la más grande concentración de recicladores como alternativa económica y de aseo para la ciudad, un espacio importante como refugio para desplazados y todas las personas en condición de pobreza. Son todos estos intereses y realidades que aparecen como disonantes a la hora de pensar si esta construcción daría solución a los fenómenos que se vivían en ese espacio.

Una Ciudad 2600 metros más cerca de las Estrellas

La eficiencia para poner en marcha la construcción del gran parque Tercer Milenio y así encontrar el nivel de comodidad que soñaba y promulgaba el alcalde de la época, dio como resultado el Plan Maestro para la construcción del parque, el cual decreta y plantea los objetivos del mismo así:

“DECRETO 346 DE 2003 (Octubre 8) "Por el cual se adopta el Plan Maestro del Parque Tercer Milenio" EL ALCALDE MAYOR DE BOGOTÁ, D. C. (…) Artículo III, Objetivos del Parque Tercer Milenio: 1) Contribuir a reforzar las características propias del centro, como son la representatividad y la dinámica económica, fortaleciendo su competitividad como centro metropolitano y regional del País.2) Complementar y aumentar la oferta de mt2 de espacio público por habitante, en especial en las localidades de Los Mártires, Santafé, y La Candelaria, ubicadas en el Centro Metropolitano. 3) Mejorar la calidad del ambiente en relación con la contaminación de aire y ruido. 4) Ofrecer a los ciudadanos alternativas para el desarrollo de encuentros cívicos y actividades recreativas y de esparcimiento. 5) Contrarrestar la situación progresiva de deterioro social y urbano en el centro de la ciudad”.

Es evidente que se plantea una estrategia de Renovación Urbana para dar una solución a un problema social. El Parque Tercer Milenio, ganador de importantes premios arquitectónicos, reconocido en el mundo por su proceso de construcción y su completa arquitectura, entre otros, fue construido sobre el territorio que era del Cartucho. La inversión final, según el arquitecto Camilo Santa María, fue de 115 mil millones de pesos, 100 mil millones distribuidos en expropiación de tierra y programas sociales y 15 mil millones en la construcción.

Lejos de las estrellas, esta ciudad nos muestra que hay gente detrás de las estructuras de cemento, que la superficie y la estética no lo son todo y que existe el territorio con su realidad, más no una representación abstracta como lo es el mapa y las visiones superficiales. Ángela Robledo y Patricia Rodríguez en su texto “Emergencia del Sujeto Excluido: aproximación genealógica a la no ciudad en Bogotá” (Robledo et al, 2008) después de un amplio estudio, coinciden en señalar en los diferentes textos donde el alcalde Peñalosa explica el concepto de desencartuchar el Cartucho, que él hace alusión a quitarle al centro la condición de miserable tanto como al resto de la ciudad.

“El Cartucho era el espejo donde la ciudad veía la suciedad del centro versus la limpieza de la periferia; donde se veían las “malas costumbres” de los otros versus las prácticas del buen ciudadano del nosotros; donde la ciudad interrumpe su circulación, su fluidez, porque se ve obstaculizada por el atraso, la marginalidad y la pobreza. (…) El territorio que pone en cuestión las promesas de la modernización. El territorio infernal que le recuerda a la ciudad que está más acá de los “2600 metros más cerca de las estrellas”” (Robledo et al, 2008 pág. 251).

La visión de estas autoras aporta otra forma de comprender las razones por las cuales fue construido el Parque Tercer Milenio sobre el territorio del Cartucho. Si bien el planteamiento de ellas radicó en que la administración pretendía quitarle la condición de miserable al centro, esta idea se reafirma en una entrevista realizada al alcalde Enrique Peñalosa.

“Ese es otro proyecto gigantesco en el centro, lo que llamamos Parque Tercer Milenio que a propósito, era uno de los temas que yo había soñado mucho con mi papá. Porque no podía ser que este centro fuera tan miserablista. Ese es de los temas que hablamos mucho con papá, uno de los sueños de él, tumbar una gran zona por acá y hacer una gran zona de renovación, de edificios importantes, de parque. (…) Ahí pensamos, y aprovechamos ya que eso está tan deteriorado pues vale poco”. (Becassino, 2000, pág. 213).

Entre otras cosas, después de haber identificado y evaluado los diferentes factores que incidían en las dificultades para la construcción del Parque, es increíble pensar que este gran proyecto contó con un gran impulso personal por parte del alcalde ya que era ante todo un sueño que compartía con su padre, como lo podemos recordar también en el discurso de posesión, el cual fue días después de la muerte de su padre Enrique Peñalosa Camargo, “…Le dedico a mi papá, el futuro parque Tercer Milenio que vamos a hacer”. Y el triunfo fue real, el Parque Tercer Milenio obtiene el segundo premio en la categoría “Arquitectura Paisajista” de la XVI Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito 2008, interesante reconocimiento que estuvo dirigido a exaltar ante todo una obra de embellecimiento urbano. Camilo Santa María fue uno de los arquitectos participantes que venía estudiando la zona de Santa Inés y San Victorino desde su tesis de pregrado en el año 86. En sus estudios se puede ver cómo los diseños contemplaban las condiciones de la zona, alternatividad para las personas residentes allí, así entonces, los dibujos mostraban pasajes comerciales modernos, la reubicación de vendedores ambulantes y así mismo otras diferentes propuestas destinadas a que conservara algo del patrimonio arquitectónico y las características económicas de la zona, pero estas propuestas realizadas para otros proyectos no fueron realizadas y con la administración Peñalosa lo que tocaba hacer era muy concreto. Cuando fue seleccionado y contratado para hacer unos ajustes del diseño inicial del parque, Camilo Santamaría, observó:

“Vimos que había unas cuatro o cinco casas muy interesantes, y pensamos que se pudieron haber conservado para hacer centros culturales, en vez de construir los restaurantes modernos que hay hoy en día, pero la administración Peñalosa decidió tumbar todo porque consideraron que de pronto, en un futuro, si se dejaban mendigos en la zona iba a resultar bastante complicado después para sacarlos. Entonces, yo creo que en ese sentido fue sabia la cosa, pues un poco por el tipo de sociedad que somos nosotros y por lo difícil que es hacer concertaciones…” (Camilo Santa María, Entrevista personal, 15 de septiembre de 2009).

De igual forma al consultar diferentes dolientes del proyecto, todos coinciden en afirmar que la orden desde la Alcaldía era la demolición total de la zona de Santa Inés-El Cartucho, razón por la cual no se tuvo en consideración ni el patrimonio arquitectónico ni la comunidad que vivía allí. Inclusive en otro aparte, Santa María afirma que toda sociedad produce personas en deterioro y por lo tanto éstas tienen que tener un lugar con las mínimas condiciones para que las personas transiten en medio de la legalidad, como sucede en otras ciudades del mundo que así lo mantienen.

“Pero este tipo de temas (propuestas), en Latinoamérica son bastante complicados por la manera en que la policía los maneja.” (Camilo Santa María, Entrevista personal 15 de septiembre de 2009).

Los momentos más importantes en el proceso de construcción del Parque Tercer Milenio trascurrieron entre el año 1998 y 2001 en compañía de la población, aunque para muchos de los testigos, comerciantes y habitantes queda el sinsabor de los intereses ocultos detrás de este proyecto. Los comerciantes de San Victorino saben que están en un punto estratégico para las ventas donde el sector empresarial y de inversiones tiene los ojos puestos; por eso consideran que ahora, después de las transformaciones que ha tenido el proyecto del parque, éstas pueden estar ligadas a un megaproyecto del centro.

El señor Suavita, reconocido comerciante de San Victorino y ex presidente de los COMAS7, defensor de la seguridad y entorno de la zona y por lo tanto de la construcción del Parque Tercer Milenio, reflexiona manifestando cómo al principio del proceso de construcción, la Administración empezó a comprar predios para la construcción del parque y tiempo después informaban que también iba a haber una zona de comercio. La preocupación entonces no sólo radicó en que tres manzanas del terreno para parque las destinaron a última hora para un centro comercial, fomentando la prevención de los comerciantes tradicionales de la zona quienes vieron en esto no sólo una amenaza de competencia, sino, además, una vez los comerciantes aceptaron la propuesta de reubicarse allí, se demoraron alrededor de cuatro años en la construcción del centro comercial generando el aumento del precio de la tierra.

Los comerciantes y propietarios empezaron a desconfiar de la información del Distrito, confundidos además por el engorroso proceso burocrático:

“En el traspaso de tierras entre las entidades y administraciones fueron pasando los años desde el 98 y ahora – terrenos que se compraron a 120mil-150mil pesos el metro cuadrado en la época del Cartucho, en el 2005; inclusive a comerciantes que tenían predios ahí, le pagaron el metro cuadrado a ese precio – ahora lo están vendiendo a 25 millones el metro cuadrado; entonces miremos la plusvalía que hay ahí, en un lapso de 4 años, después de que lo compraron a 120 mil pesos el metro cuadrado.” (Apartes de la entrevista personal, Mario Arturo Suavita, entrevista personal. 17 de julio de 2009).

Por su lado, los recicladores, quienes estaban conformados por una notable cantidad de población en la zona, pedían ser organizados para servir a la ciudad y conservar su trabajo. Según la monjita en su testimonio, “Ernesto Calderón como “propietario” de una bodega de reciclaje, fue quien empezó a impulsar esta idea que la administración en el momento apoyó y promocionó”:

“Llegaron con un famoso CENSO para saber cuántos habitantes había en Santa Inés; después del censo se nos prometieron muchas cosas, como un famoso Ecoparque de reciclaje para los recicladores, un famoso barrio para las personas que no teníamos casa, ¡que no tenemos! Una indemnización, compraron casas a muy bajo precio, pagaron a 60.000 pesos metro sin construir, entre 70 y 130 m2, de acuerdo como estuviera el precio, ya lo venden alrededor de 16 millones el m2” (Olga Lucía Pico, líder recicladora; Entrevista Personal, 18 septiembre de 2009).

En este sentido, como lo expresaría María Teresa Salcedo, los planes de Renovación Urbana para la zona de Santa Inés, no consistían en formalizar el negocio del reciclaje, sino quitar el Cartucho y poner el parque Tercer Milenio, para valorizar la finca raíz de sus alrededores (San Bernardo, San Victorino, La favorita). El interés era deshacerse del Cartucho para mover a los recicladores a otras zonas y para darle cabida a la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP)8. Desde ese entonces, este consorcio de basura español empezaría la negociación con el Distrito y de esta manera la inclusión de Bogotá en el negocio mundial de la basura. (María Teresa Salcedo, entrevista personal). En otras palabras, el negocio de recicladores fue dado a una multinacional. El reciclaje, un trabajo que pudo ser una alternativa de solución al desempleo y para la inclusión de los habitantes de El Cartucho en otras dinámicas, se eliminó porque, aunque la multinacional les hubiera prometido inclusión laboral, según los testimonios, la mayoría de recicladores no fueron favorecidos. Y mientras se escribe esto, los recicladores asentados en el cartuchito de Kennedy, están siendo desalojados a la fuerza, sin ofrecérseles alternativa alguna.

Aquí es cuando volvemos a la importancia de la memoria como mecanismo de reflexión y conciencia de lo que pasa en la ciudad; fenómenos, intereses, disputas, compras y ventas de nuestra ciudad, la relevancia es que, si no reflexionamos sobre los acontecimientos del pasado, en este caso nosotros como ciudadanos de Bogotá, vamos a ser las principales víctimas de las transformaciones de la ciudad y del descontento social que éstas puedan causar. Pero aún así, los principales afectados son las personas humildes dueños de predios que se están valorizando, a quienes les han comprado la tierra a precios ínfimos y tienen que seguir desplazándose a la periferia. Ejemplos de ellos son los ex habitantes del barrio Belén, aledaño al Archivo Distrital, los planes que se piensan instaurar sobre el barrio San Bernardo y en general, la progresiva valorización del centro de Bogotá con el Centro de Cultura Español, el Hotel Continental y las urbanizaciones alrededor de la Carrera 13 con Calle 32:

“Personalmente no estoy en desacuerdo que haya el desarrollo de una ciudad, que avance una ciudad, que sea uno de los grandes centros de ciudad como otras capitales del mundo, pero ¿cuánto se sacrifica por eso?” (Mario Arturo Suavita, 17 de julio de 2009).

Este fenómeno de desvalorización y valorización de la tierra para intereses específicos viene sucediendo históricamente y, aunque haya tenido ocurrencia en otros países, somos conscientes de que se hace real la tesis de que “el fin justifica los medios” y que ésta se aplica aquí, donde el fin de unos pocos urbanistas justifica los medios como estrategias y planes de desarrollo que pasan por encima de los intereses de la gran mayoría de habitantes.

Si miramos la transformación histórica de Santa Inés, la de toda la ciudad y la manera como se desplazaban los propietarios a partir de la valorización de la tierra, todo se encuentra interceptado por importantes factores económicos. El proceso de devaluación y revalorización sucesivas de la tierra urbana fue un fenómeno que evidenciaba cómo la tierra a las afueras de la ciudad dejaba de valorarse en términos de “hectárea” y empezaba a cobrarse como “metro cuadrado”, dentro del proceso de la especulación de la tierra urbana. Parte de este proceso especulativo consiste en propiciar el deterioro físico y humano de un sector urbano para enseguida valorizarlo mediante proyectos de renovación urbana. Y Santa Inés no fue ajena a esta manipulación de la tierra que favoreció a viejos propietarios, a la administración municipal en sus políticas de “desarrollo” y a los negociantes urbanizadores, yendo en contravía de las necesidades elementales de sus habitantes.

Davis (2006) teoriza el fenómeno de los tugurios en función del negocio de la tierra y las urbanizaciones a fin de consolidar la rentabilidad del espacio para los megaproyectos. El ejemplo que se citará a continuación nos da una idea para analizar el fenómeno en Colombia y en varias partes del mundo:

“El 85% de los residentes urbanos del mundo en desarrollo – ocupan espacios ilegalmente (…) En último caso, la indeterminación de los títulos de propiedad de la tierra o la laxitud de la propiedad estatal, o ambas cosas, son las rendijas a través de las cuales ha afluido a las ciudades una vasta humanidad. (…) incluso en Karachi donde la periferia urbana es propiedad oficial del gobierno, el sector privado sigue obteniendo vastas ganancias de la especulación de la tierra a expensas de familias de bajos ingresos. De hecho, la maquinaria política local nacional suele consentir los asentamientos informales – y especulación privada ilegal – mientras le sea posible controlar el carácter político de los tugurios y extraer una corriente sistemática de sobornos o alquileres. Sin títulos oficiales de tierras o propiedad de sus viviendas, los pobladores de esos barrios se ven obligados a dependencias casi feudales de los funcionarios locales y peces gordos de los partidos. La deslealtad puede significar el desalojo o incluso el derribo de un distrito completo” (Davis, 2006, pág. 8).

Así pues, los modelos de planeación y valorización de la tierra se replican en el mundo y esto no tiene mucha diferencia al caso del “consentimiento de la periferia” de que hablara Davis sobre Karachi. En Bogotá, al parecer el Parque Tercer Milenio hacía parte del megaproyecto Plan Zonal del Centro ya que este tiene como fin valorizar el centro de la ciudad, hecho que ya se ha visto con la valorización del metro cuadrado en la antigua zona de El Cartucho y los predios aledaños donde se construirá el centro comercial Centro Internacional de Comercio Mayorista.

Sin embargo, profundizando en el fenómeno del Plan Centro y los intereses alrededor de la construcción del Parque Tercer Milenio, otros informes afirman que este Plan no sólo nace con el Decreto 497 del 2007, sino que viene con intereses por mejorar el centro desde los años 70’s y 80’s – se recuerda que para poner en marcha la primera y la segunda fase del Plan, fueron destinados y aprobados 38 millones de dólares por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Fomento (CAF) (Bogotá Plan Centro entre despojos y sofismas, Carreño 2008), que tuvo como resultado la construcción del barrio Nueva Santa Fe.

“Las transformaciones urbanísticas del centro de Bogotá están ligadas a intereses económicos en torno al mercado de la tierra, que genera enormes ganancias para unos pocos propietarios, a costa de quienes solamente tienen una modesta vivienda. La compra de lotes baratos por parte de universidades privadas y otros intermediarios, que luego los venden a los bancos, o los convierten en centros comerciales, apartamentos estrato 5 y 6, hoteles cinco estrellas, centros financieros, bingos, casinos y sitios de prostitución de alto costo (La Piscina y El Castillo), no es algo casual ni obedece al mero interés estético; realmente es un gran negocio.” (Bogotá - Plan Centro. ¿Ordenamiento o privatización del espacio público?, Gómez, 2009).

Aunque existen varias hipótesis sobre el origen del Plan Centro, sí podemos afirmar que las renovaciones de centros urbanos en el mundo han sido recurrentes y que, más que un modelo estético, ha sido un modelo económico y político. Henri Lefebvre en “La producción del Espacio” (Lefebvre 1991), reflexiona sobre el costo del espacio en el sistema económico mundial, explicando cómo en la producción de flujos materiales básicos para la economía de un país, son estratégicos los espacios para la distribución, los puntos de encuentro y los centros de negocios. Condiciones que cumple a cabalidad el espacio de Santa Inés – El Cartucho y sobre todo San Victorino.

Así hoy, el terreno que había quedado baldío contiguo al Parque Tercer Milenio, promesa de un gran centro comercial del que se les habló a los comerciantes y habitantes del sector desde el año 2005 es ahora una realidad. Actualmente se encuentra en construcción, nadie se imaginaba la magnitud de éste, ni la valorización que iba a significar. El ahora proyecto del Centro Internacional de Comercio Mayorista incluye al Parque Tercer Milenio dentro de toda la estrategia económica y comercial.

En conclusión, al parecer es evidente que los desplazamientos y las reubicaciones, los maltratos y las expropiaciones están dirigidas a la gente pobre y a los pequeños comerciantes, mientras las puertas están abiertas a inversionistas y grandes empresarios. ¿Qué pasaría si los 79 millones de dólares fueran invertidos en la gente menos pudiente, en mejorarles el barrio y darles alternativas económicas? Es obvio que quienes serán vecinos del Parque Tercer Milenio con estos planes ya no serán La Repolla como ex prostituta anciana ni su compañero embolador, ni la recicladora Olga Pico, ni tampoco Myriam Franco ayudante del Colegio Santa Inés, o los “sobanderos” que todavía quedan alrededor. No, estos no serán los vecinos, ellos serán remplazados por quienes la sociedad llama gente de bien. Mientras tanto la gente humilde que no desaparece por obra de encanto, ni están reubicados en mejores viviendas, pero ocupan los cordones de miseria de otro lugar, en otra periferia, soporta el desplazamiento forzoso dentro de su propia ciudad.

El autor David Harvey por su lado, en su obra “Libertad de la Ciudad” (Harvey, 2008), pone como ejemplo las transformaciones de Paris en el siglo XIX con las importantes e imponentes intervenciones de Haussmann y también a los Estados Unidos de posguerra y más adelante sobre Nueva York en los años 70s, también para asegurar que las grandes construcciones y megaproyectos urbanísticos hacen parte de un gran fenómeno económico:

“El capitalista está motivado por la necesidad de encontrar espacios lucrativos para la absorción de excedentes de capital (…) Si no hay suficiente capacidad adquisitiva en el mercado, se debe entonces encontrar nuevos mercados expandiendo el comercio internacional, promoviendo nuevos productos y estilos de vida, y creando nuevos instrumentos de crédito y gastos estatales financiados con endeudamiento (…) Si ninguna de las opciones anteriores es posible, los capitalistas se verán enfrentados a una crisis en la cual su capital inevitablemente se devaluará. El excedente de capital que no puede ser ubicado da forma a la crisis, y cuando el capital permanece inactivo el trabajo también se reduce. La urbanización se constituye en una alternativa para resolver el problema del excedente de capital” (Park, 1999: 115 en Harvey, pág. 18).

Si bien nos dice que la urbanización se constituye en una alternativa para resolver los problemas de estancamiento de los excedentes de capital, concluye que

“bajo el capitalismo, el problema del excedente de capital no tiene solución. Existen solamente soluciones temporales que tienen enormes e irreversibles consecuencias para la vida urbana (los bulevares de Haussmann dominan todavía Paris)” (Park, 1999: 115 en Harvey, p. 19).

Los centros urbanísticos como medidas de utilización de excedentes de capital según Park y Harvey son vehículos de estabilización social temporales, pero que a largo plazo generan crisis incluso más complejas que las que pretenden componer.

El ejemplo más fehaciente que describe Harvey de esta situación es la renovación en los años 70’s de Manhattan en Nueva York, E.U. (Harvey, 2008). En él, Harvey nos muestra cómo este sector de la ciudad pasó de ser una de las áreas más golpeadas por la pobreza y con una amplia mayoría afroamericana, a lo que hoy en día conocemos como un exclusivo distrito de costosas residencias y base de corporaciones multinacionales financieras. Lo que en apariencia se presentó como un plan tendiente a mejorar – o embellecer – un área urbana deprimida, debe ser entendido como un fenómeno amplio y multidimensional encerrado dentro de un plan de acción de unos grupos específicos de personas con intereses muy concretos. En resumidas cuentas, más allá de meras justificaciones urbanísticas, la radical transformación de Manhattan se enmarcó dentro de intereses socio-políticos y económicos que poco o nada obedecían a las necesidades sociales de sus habitantes y, que se relacionaban con un contexto de agitación popular en el seno de la comunidad afroamericana en las grandes ciudades – panteras negras – y los beneficios que para el grupo Rockefeller tenía la situación de endeudamiento de la alcaldía local con sus bancos para poder financiar dichos trabajos (Harvey, 2008). Como resultado, además de la transformación urbanística, el presupuesto de la ciudad de Nueva York quedó casi en manos de estos grupos económicos debido a los préstamos que ellos mismos habían girado.

Así, después de conocer las múltiples perspectivas desde las cuales se puede explicar el fenómeno de la creación y demolición del Cartucho para la construcción de una infraestructura tan grande como el Parque Tercer Milenio, se puede concluir en primer lugar que: la formación de El Cartucho se produjo por un conjunto de causalidades, entre ellas el conflicto social, político y armado que vive el país, la falta de inversión en programas sociales y sobre todo el olvido y desinterés de las administraciones de la capital, lo que llevó al desbordamiento de los problemas sociales del sector.

En este orden de ideas, cabe preguntarse si las justificaciones estéticas y urbanísticas pueden llegar a considerarse un argumento verdadero a la hora de encarar el análisis de un fenómeno como El Cartucho. ¿Acaso los problemas de alimentación, desempleo, educación, salud, seguridad y discriminación se van a solucionar por el hecho de tener un Parque Tercer Milenio? ¿No habría sido mejor utilizar el dinero gastado en este proyecto en pensar y generar alternativas acordes a las realidades y necesidades de los habitantes del barrio, y en general de la ciudad entera? Se puede afirmar que hubo más intereses personales del alcalde en la construcción del parque Tercer Milenio, así como que éste hace parte del plan zonal del Centro el cual tiene específicos intereses económicos y de valorización del espacio. Aunque a simple vista esto está sustentado por ser alternativas de riqueza e inversión para la ciudadanía como fórmulas que promueven el desarrollo y vislumbran un espacio más cómodo y confortable, parecido al de las grandes ciudades del primer mundo, es necesario observar la ciudad en su totalidad y cuestionar ¿dónde se ve esta riqueza? ¿Dónde está la inversión para las clases populares que conforman la mayoría de la población de la ciudad? ¿Para quién es la comodidad? Y con todo esto ¿qué se entiende por desarrollo? La ciudad es el lugar donde vivimos, el espacio que tenemos para relacionarnos con nuestro entorno, para desarrollar una vida social y donde nos constituimos como sujetos históricos. Por ende, es nuestro deber hacer valer nuestros derechos, hacer valer nuestro derecho a vivir la ciudad, a disfrutarla, pero no de acuerdo a lo que nos dictan algunos grupos con intereses específicos, sino de acuerdo a nuestro derecho a participar en las decisiones trascendentales de nuestra vida. Las intervenciones en el espacio son intervenciones en nuestra vida ya que es en el espacio donde nos construimos como personas. Perder el control sobre esas iniciativas es perder nuestra libertad.

Notas

1. Empresa de Renovación urbana , “ Censo Socio-económico de los barrios de San Bernardo y Santa Inés”, 1999.

2. María Teresa Salcedo es Antropóloga en la universidad de los Andes, M.A y M.Phil. en Antropología de Columbia University y actualmente es investigadora del ICANH.

3. La ampliación de la carrera décima concebida desde los años 30´s y acometida en los 50’s, implicó la demolición de varias edificaciones antiguas entre ellas la Iglesia de Santa Inés (Calle 10 con Car 10). Piffano (2003) considera que éste fue un gran hito estructural de transformación del barrio Santa Inés que lo marcaría durante la segunda mitad del siglo XX dentro del marco del plan de reformas de Karl Brunner, que terminó separando el barrio Santa Inés del centro de la ciudad y marcó el comienzo de un aislamiento debilitante del sector durante 50 años. Este aislamiento minimizó también la visibilidad del sector por parte de los ciudadanos y propició el establecimiento de actividades informales e ilegales. De igual forma la popularidad de la zona y la multiplicidad de negocios permitieron vislumbrar el deterioro del lugar; la afluencia multitudinaria en torno a la Plaza de Mercado, llamó la atención de arquitectos como Le Corbussier, quien propuso el proyecto “La Ciudad del Empleado” en 1947, como una forma de generar las condiciones adecuadas para el volumen de personas que transitarían por allí pero sin embargo estas adecuaciones no fueron hechas y de ahí en adelante no hubo restauraciones ni cuidados de obras públicas que mantuvieran el barrio.

4. “Para las primeras décadas del siglo XX la ciudad experimenta las consecuencias de un incremento poblacional prolongado y ascendente, de 40.086 personas para el censo de 1834 se pasa a 100.000 para el censo de 1905, con un incremento superior al 100%; entonces la situación de crecimiento exponencial del siglo XIX sigue manifestándose cada vez más en detrimento de la población de menor ingreso. La situación de la ciudad estaría marcada por la tendencia de la clase alta a migrar progresivamente hacia el norte de la ciudad dejando como testigos barrios como Teusaquillo y Chapinero” (Melo, 2001).

5. Secretaría Distrital de Integración Social.

6. Instituto Distrital Para La Protección de la Niñez y la Juventud.

7. Corporación de Comerciantes Mayoristas Asociados.

8. Decreto Ley 1421 de 1993.


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Como citar este artículo

Morris, I. y Montoya, G. (2010). Del Cartucho al Parque Tercer Milenio y los intereses en el espacio dentro de la construcción de ciudad. Boletín OPCA, 02, 6-21.


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