OPCA # 11

Río Magdalena, Bien Común. De acuatorios y sistemas de producción en paisajes y geografías del agua

Juan Carlos Gutiérrez Camargo
elcarlosjuan@yahoo.com
Antropólogo y Especialista en Ordenamiento Urbano Regional - Universidad Nacional de Colombia.
Tiene experiencia en la dirección de investigación transdisciplinar en socioecosistemas de humedales del río Magdalena y metodologías de resolución de conflictos territoriales.
Actualmente es subdirector científico de la Fundación Alma.

El mundo se proyecta en una ruta muy poco esperanzadora respecto a la provisión del agua dulce para los seres humanos. Estimaciones de científicos de la multinacional Nestlé, el mayor monopolio empresarial de venta de alimentos del mundo, proyectan escenarios de escasez dramáticos, si se considera que un tercio de las generaciones vivas en el Planeta verían un escenario de crisis para el año 2025, y se proyectaría un escenario “catastrófico” para el año 2050.

“However, rising population, growing meat consumption, and new biofuel demands are predicted to absorb the surplus entirely by 2050. On present trends, Nestle thinks one-third of the world's population will be affected by fresh water scarcity by 2025, with the situation only becoming more dire thereafter and potentially catastrophic by 2050. Problems will be severest in the Middle East, northern India, northern China, and the western United States” (Wikileaks, 2016).

Colombia no es la excepción, y a pesar de no aparecer aún en los reportes desclasificados del portal Wikileaks para este asunto, existen indicadores críticos que avizoran un escenario de escasez que requiere un proceso de análisis más serio y profundo que la simple y reiterada “noticia” de eventos catastróficos atribuidos a fantasmas inasibles del “cambio climático”, a sequías e inundaciones extremas, a “niños” y “niñas”, cuando existen muchos otros elementos que deben considerarse como causas directas que deterioran y agotan aquellos recursos y bienes que procesos industriales capitalistas y comunistas no habían considerado como agotables o en riesgo como el Agua.

¿Por qué no asumir una política coherente con el escenario actual, y abordar de manera directa la crisis mundial que ha llevado a la variabilidad climática para emprender el reto de la revisión del conocimiento social, que a lo largo de la corta historia humana había garantizado procesos de equilibrio entre producción y consumo, asumiendo repertorios culturales que se podrían resignificar y ser destacados como opciones al desarrollo inviable?

Este documento propone ampliar la reflexión para Colombia de un principio que ya muchos pueblos y movimientos sociales vienen promoviendo: el agua como bien común, y pensarla en torno al río Magdalena y sus múltiples formas: como cuenca principal de la mayoría de la población colombiana, proveedor de agua, como paisaje biocultural de agua, como hábitat histórico de poblaciones ribereñas de pescadores artesanales y campesinos.

Canoas de pesquería tradicional en Gamarra. Fotografía de Juan Carlos Gutierrez C.

El Commons, en inglés, es un concepto que urge desarrollarse para pensar el agua como bien o ámbito común, elemento y principio vital para la supervivencia de toda sociedad, para la pervivencia de especies y ecosistemas propios de la coevolución humana:

“creemos que abordar el futuro del agua a través de la lente de los ámbitos comunes ofrece la posibilidad de transitar un camino que nos lleve a un futuro sano y justo en el uso y manejo del agua” (Barlow, 2008).

La publicación en 1965 de “The logic of Collective Action: Public goods and the theory of groups” (Olsom, 1971), abrió una reflexión inusitada en diferentes investigadores que empezaron a desarrollar nociones en torno a las acciones colectivas y su impacto en las sociedades. Más adelante, Elinor Ostrom (2000) es merecedora en el año 2009 del premio Nobel, por su trabajo “El Gobierno de los Bienes Comunes, La evolución de las instituciones de acción colectiva”, en el que se desarrolló el concepto de bienes de uso colectivo, proponiendo su administración colectiva.

Avatares del río Magdalena

El Magdalena es un joven río en la historia geológica del territorio americano, su proceso de álgidas dinámicas tectónicas, volcánicas, metamórficas y de sedimentación, ha construido un escenario geográfico de valles interandinos, que le permiten un amplio espacio de “divagación” en su planicie inundable, sólo detenida por el levantamiento también “reciente”, hace 60 millones de años, de la cordillera Central y pocos millones de años después por la emergencia de la cordillera Oriental, entre las cuales se conduce hacia el Caribe (Garzón y Gutiérrez, 2013).

Sin embargo, en la historia social de Colombia, el mismo valle del Magdalena, su gran cuenca hidrográfica, es tal vez uno de los lugares más antiguamente recorridos y habitados por los pobladores de América de Sur (Reichel-Dolmatoff, 1986; Botiva et al., 1989). Su historia de más de 10.000 años de poblamiento humano está refundida en el tiempo y fragmentada en la memoria por el proceso de colonialismo avasallante, que procuró por la violencia y la empresa católica, arrancar cualquier vestigio del conocimiento y acervo cultural de los descendientes de los pueblos, que despojados y aniquilados sistemáticamente durante siglos en las orillas del río, fueron desapareciendo progresivamente, dando paso a pueblos mestizos, afrodescendientes, campesinos, que vienen emergiendo y asumiendo la historia y proponiendo nuevas posibilidades socioculturales. Posteriormente, sería el desinterés de las nuevas élites republicanas con una educación basada más en la búsqueda de “occidente” y la “ilustración”, lo que indujo a una visión de origen europeo, haciendo de la historia y la geografía un cuadrante mental cartesiano de los paisajes y de la naturaleza un escenario de conquista voraz soporte del “crecimiento” económico de los países. Los ríos no fueron la excepción en la objetivación de su aprehensión, el proceso de conocimiento fundado en la prevalencia de la ciencia y la tecnología, de la geología, la botánica, la ingeniería, y el pensamiento lineal, pensado como vía, sus humedales como “obstáculos”, sus meandros como curvas a ser rectificadas para acelerar el tránsito de mercancías, ignorando y haciendo a un lado el universo de saberes ancestrales y el conocimiento y repertorios culturales milenarios de aquellos mayores y sabedores locales de pueblos ribereños, depositarios de la memoria ancestral del agua, expertos de la geografía raizal, como custodios de resistencia obstinados en hacerse posibles, en medio de la aparente unidireccionalidad de la historia hacia el “desarrollo” (Escobar, 1998).

Los ámbitos comunes1 refundidos en las aguas del Magdalena

En este proceso de contradicción entre las visiones y representaciones de la ecología del río, éste perdió entre otras cosas, la multiplicidad de formas de cómo se había nombrado en la palabra de los pueblos que lo habitaron desde el Macizo Colombiano hasta Bocas de Ceniza; pero la pérdida del lenguaje es significativa también de una forma de representar la realidad, así que aquel río ancestral, el Yuma, eje de la comunicación e intercambio de culturas diversas, centro simbólico del origen y los constructos sagrados y materiales de pueblos ancestrales alrededor del agua, ha terminado cediendo y transformándose a partir de concepciones afincadas en la productividad, de eficiencia en el flujo de mercancías, atadas al poder del capital; un ecosistema pensado como una simple autopista (proyecto de navegabilidad), lugar limítrofe de departamentos, incluso división político administrativa de ámbitos territoriales de autoridades ambientales regionales, depositorio de los excrementos y residuos de toda clase provenientes de las poblaciones de grandes centros urbanos y de zonas industriales, mineras y agroindustriales regionales nacionales (Garzón y Gutiérrez, 2013).

Abuela y nieto en Gamarra - Fotografía de Alejandro Paz

Además, en el río viene perdiéndose aquella dinámica natural cambiante creada por erupciones y movimientos de la tierra; el caprichoso y constante movimiento de las aguas, la energía y posibilidad de reproducción de la vida que entrega a donde baña o emerge, en sabanas naturales y bosques, con el paso de los últimos siglos, aunque a un nivel acelerado en las últimas décadas, inició un proceso de confinamiento entre diques y estructuras rígidas, represas, rectificaciones de meandros. Ejemplo principal de este proceso de regulación obtusa del movimiento del río, fue la construcción del Canal del Dique, en 1650, como autopista expedita para comunicar el interior del país con Cartagena (Mogollón, 2015); sin embargo, en los últimos años la macrocuenca del Magdalena ha recibido el impacto no dimensionado del 70% de la producción de hidroenergía de todo el país, a partir de la construcción de inmensas presas, el embalsamiento e inundación inducida artificialmente de miles de hectáreas productivas de las planicies, el desplazamiento y la pérdida de lugares que antes fueran de uso común, playones, humedales, sabanas, territorios de paso, de comunicación de siembra, de pesca, de migración de peces, de abundancia de bosques, de paisajes culturales del agua (Garzón et al, 2016).

“Se conoce cómo los humedales y planos de inundación en los sistemas fluviales actúan como unas macro esponjas. Estos se expanden al absorber el exceso de agua en el sistema durante las temporadas de invierno o lluvias intensas y se contraen en la forma en que liberan agua lentamente durante el verano o estación más seca con el fin de mantener el flujo de la corriente. La gran destrucción global de los humedales y los planos de inundación, algunos de ellos por medio de la construcción de embalses, ha dado como resultado la pérdida de un mecanismo natural de control y regulación de flujos extremos e inundaciones. Muchas organizaciones ambientales y científicas en varias partes del mundo están promoviendo la restauración de los planos naturales de inundación y humedales, en vez de la construcción de embalses, todo como un mecanismo más efectivo para reducir las probabilidad de inundaciones” (Restrepo, 2006: 31)

En la actualidad, se adelanta el Proyecto de Navegabilidad del río Magdalena, a cargo de la Alianza Público Privada Navelena, con acciones de encausamiento, instalación de diques y dragados se propone garantizar la navegabilidad desde Puerto Salgar hasta Barranquilla. Expertos de distintos campos del conocimiento han señalado los altísimos riesgos y amenazas que entraña este proyecto, pues agudizaría el proceso de “confinamiento” y alteración de la hidráulica de la planicie, así como la composición y estructura de los ecosistemas acuáticos del río, y sus sistemas laterales de humedales y bosques (Rodríguez B., 2015), además del impacto social y productivo sobre las poblaciones ribereñas y pescadores artesanales, al realizarse de forma inconsulta y desconociendo las propuestas de manejo que desde procesos locales se vienen realizando.

Si bien procesos ambientales que hoy se presentan a la opinión pública como “fenómenos” del cambio climático, como la “niña” y el “niño”, está demostrado en estudios, documentos científicos, y crecientes denuncias de pobladores afectados por megaproyectos, que se trata más de transformaciones ocurridas por intervenciones directas en la cobertura y cambio de usos de la tierra y el agua, “alteraciones producidas sobre la superficie terrestre por actividades como deforestación, agricultura, minería, expansión urbana y construcción de infraestructuras (ciudades, carreteras, puentes o embalses” (Restrepo, 2006), las cuales vienen afectando negativamente las condiciones climáticas locales, así como agotando la capacidad de resiliencia y adaptación.

“Uno de los mecanismos que tiene mayor impacto en las propiedades hidrológicas de una cuenca fluvial es el de los cambios en el uso y cobertura de los suelos, especialmente cuando se altera y convierte un tipo específico de ecosistema, como los bosques y pastos, en una superficie para la agricultura o construcción de zonas urbanas. Estos cambios alteran los balances de energía local, y la composición de las especies dominantes. Estas dos características controlan la demanda de evapotranspiración, las tasas de infiltración, y por lo tanto, la cantidad e intensidad de la escorrentía expresada en reducciones de agua o en aumentos del caudal durante eventos o flujos extremos” (Restrepo, 2006).

Las cifras de drástica transformación de la planicie inundable del Magdalena - Cauca son indicativas de una alerta clara sobre la situación: deforestación del 77% de su cobertura natural original, 42% de ésta se produjo en las tres últimas décadas; la pesca ha caído en más de 50% en los últimos treinta años; el transporte de sedimentos al bajo Magdalena se incrementó 33% en la última década; y la erosión alcanza 78% del área de la cuenca (Rodríguez B., 2015; The Nature Conservancy, Fundación Alma, Fundación Humedales y AUNAP, 2016).

En el caso del río Magdalena, es evidente que equívocas intervenciones y políticas de gestión han determinado diferentes impactos que hoy se miden en víctimas de inundaciones, en damnificados de las sequías. La macrocuenca Magdalena - Cauca, es una de las principales del mundo (Restrepo, 2006), pero de manera directa, es el ámbito común principal para el 80% de los colombianos que viven de sus aguas, que producen alimentos en los ricos suelos de las laderas cordilleranas que lo alimentan, ecosistema del que dependen las cuatro más grandes ciudades de Colombia Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali. Es a todas luces una cuenca compartida, un territorio común, un lugar que en la escala nacional puede considerarse como bien común patrimonio de la nación colombiana.

Acuatorios, sistemas de producción en paisajes y geografías del agua

Valdría decir que con todo este proceso de los últimos siglos, del río Magdalena perdimos esencialmente la memoria, aquella memoria que el agua se encarga de recordar con las crecientes que rompen diques, y provoca inundaciones y desastres en pueblos y ciudades; esa memoria que se evoca con la energía del agua cuando recarga y satura los suelos resecos en laderas desprovistas de coberturas naturales que se deslizan y provoca remoción en masa; esa huella de una historia marcada por el agua, que bien conocieron y adaptaron pueblos antiguos de los valles y montañas interandinas, de sus planicies inundables.

Comunidades de pescadores artesanales y campesinos sin tierra han habitado y conocido de primera mano esos avatares del río, guardan parte de su memoria refundida entre anaqueles llenos de estudios de impacto ambiental en oficinas de autoridades ambientales, e ignorada por políticas de productividad y crecimiento económico. A pesar del persistente despojo del que han sido objeto los pobladores ribereños, estos han sabido continuar moviéndose bajo el ritmo sinuoso del agua replicando el movimiento libre de los bancos de peces migratorios en las famosas subiendas de las cuales, el mundo urbano sólo conoce a través de un plato de bocachico, bagre o nicuro. En la pesca artesanal, el modelo imaginado, o la relación de “referencia” para proyectar posibles acuerdos de manejo compartido de ecosistemas como los humedales o el río, permitirían un manejo del espacio con un amplio grado de libertad y mayor disposición; la pesca se realiza en tanto haya ecosistemas resilientes, humedales cercanos, no importan límites municipales o departamentales; faenas y lances se hacen en lugares vecinos del río hasta donde haya posibilidades económicas de desplazamiento; en el mundo de pescadores sólo se dan “restricciones” autodefinidas en acuerdos sociales sobre “áreas protegidas” por el sentido común, aunque de manera informal, es prohibido socialmente pescar en bocas de los caños naturales, o en lugares como “tapones” de vegetación flotante, o raíces de árboles caídos, es la “casa de los peces”, lugares donde se resguardan y viven por ejemplo los bagres.

Es probable que las comunidades ribereñas de pescadores artesanales, en cabeza de aquellos sabedores locales, expertos en el discernimiento del comportamiento de las especies del río y sus ecosistemas, puedan hacer explícito, volver a emerger, uno de los principales aprendizajes de acumulación colectiva de conocimiento que el trabajo en zonas del río ha mostrado: los paisajes y geografías del agua, más que territorios, son acuatorios, espacios de hábitat y relaciones simbólicas y productivas, determinados por la coevolución y adaptación de sistemas bioculturales anfibios, donde pescadores artesanales y poblaciones ribereñas han orientado el reconocimiento de la necesaria conectividad funcional del agua como soporte vital de especies y ecosistemas. Por qué no pensar en convalidar un modelo emergente que piense paisajes y geografías del agua, de acuatorios, que explore posibilidades de aquel conocimiento tradicional de sabedores locales, en medio de la urgencia actual de garantizar la conectividad de flujos de energía, materia e información dispuestos por el Agua pero hoy confinados y estrechados por modelos de producción haciendo crisis en el abastecimiento y la calidad del agua, provocando vulnerabilidades y desastres, despojando territorios, atentando contra la vida. Dice una líder de Gamarra en el Cesar:

“pensemos un trabajo donde se refleje la importancia de las personas que conocen y reconocen los territorios del río que estamos dispuestos a promover para que se convierta en una política pública la Restitución de Aguas” (Benítez, Comunicación personal. Mayo de 2016).

El pescado - Fotografía de Juan Carlos Gutiérrez C

Por eso, pescadores y campesinos del Magdalena conciben el río, sus orillas, la ciénaga, el bosque naturales, como algo de todos, una red común de relaciones en el espacio y el tiempo, un lugar que no podría pensarse como lugar privado para crecientes haciendas, o cultivos agroindustriales titulados en zonas de ciénagas y baldíos; conciben la geografía como un lugar ordenado por el agua, espacio abierto donde existe la posibilidad común de navegar libremente, la libertad caminar por cualquier orilla, pescar según los acuerdos consuetudinarios de especies, tallas, sitios y tiempos de pesca. Años de etnografía en este paisaje del agua, permiten afirmar sin temor a romanticismos, que una selección de prácticas, usos, y conocimientos de comunidades ribereñas de pescadores artesanales y campesinos permitirían reformular principios del bien común en torno al agua y al río Magdalena, su cuenca, sus paisajes. No basta con la denominación técnica para nombrar el RÍO -“corriente natural de agua que fluye con continuidad” (Wikipedia, 2016)-, el RÍO es la gente y su naturaleza, el río es el agua tanto como la tierra que inunda en la creciente, el río es liberación y dispersión auto-organizada de energía disponible en miles de especies de esa “Megadiversidad” y “pluriculturalidad” de la cual se acuerdan sólo en convenciones internacionales, pero que se omite cuando se entrega a un beneficio inmediato que atiende sólo la razón de pensar el agua como una mercancía, y no como bien común, posible elemento de justicia ecológica, democracia ambiental, principio vital.

Cartografía local del agua - Fotografía de Juan Carlos Gutiérrez C.

Notas

1. “El concepto “commons” utilizado se tradujo al español de manera indistinta por “bienes comunes y “ámbitos comunes”. Sin embargo, es pertinente aclarar que existe una discusión no terminada entre diversos académicos y expertos en la materia sobre el concepto en español” (Barlow, 2008). Es importante ampliar la reflexión desde los llamados "bienes comunes" al de “ámbitos comunes” sociales, en lo referido por ejemplo a procesos propios de educación, salud, nociones particulares de libertad, bienestar, social, derechos. Fundamental revalidar los procesos de institucionalidad social, formas auténticas de organización del trabajo, los acuerdos comunitarios frente a la naturaleza y el espacio; explorar posibilidades de conocimiento y derecho consuetudinario ante los retos de los conflictos del presente, como mecanismos de justicia social y ambiental.


Referencias

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      TOUR D'HORIZON WITH NESTLE: FORGET THE GLOBAL FINANCIAL CRISIS, THE WORLD IS RUNNING OUT OF FRESH WATER (2009 March 24, 16:29 (Tuesday). Telegram (cable) Unclassiffied. Canonical ID: 09BERN129_a. Suiza. AQUÍ

Cómo citar este artículo

Gutiérrez, J. C. (2016). Río Magdalena, Bien Común. De acuatorios y sistemas de producción en paisajes y geografías del agua. Boletín OPCA,  11, 15-22.


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