OPCA # 11

Hacia un ADN del Bien Común

Camilo Álvarez Benítez
camiloalvarezbe@gmail.com
Investigador Social del Centro de Pensamiento Raizal
Integrante del Movimiento de Hijos e Hijas por la memoria y contra la impunidad.

El “bien común” como categoría social

Las reflexiones que, desde movimientos sociales o expresiones organizadas, en especial campesinas, negras e indígenas, podemos encontrar sobre el BIEN COMÚN no son homogéneas, o mejor, no pueden reducirse y naturalizarse en una categoría exclusiva y excluyente. Por el contrario, las formas en las que se define el significado del “bien común” se relaciona con reflexiones en múltiples campos del conocimiento:

En la construcción empírico-teórica de las ciencias ambientales o ambientalismo, como la dimensión relacional del elemento agua y la configuración de ecosistemas como humedales, manglares y cultura de río (Garzón y Gutiérrez, 2014) o el análisis del cambio climático y el modelo extractivista en sus afectaciones a las comunidades y sus territorios (Roa Avendaño, 2012).

En las reflexiones ético-políticas de los movimientos sociales y el pensamiento crítico, como las reflexiones del Sumaw kawsay de las comunidades andinas y su tránsito hacia el buen vivir o la vida sabrosa (Gudynas, 2011).

En los desarrollos de propuestas comunitarias territorializadas como los ejercicios de planes de vida o planes de ordenamiento territorial construidos a partir del conocimiento propio y de herramientas como la cartografía social (ACIN, 2006).

Y en las reivindicaciones socio-políticas de las organizaciones, como los pliegos de negociación de la cumbre agraria (Cumbre Agraria, 2014) o los desarrollos temáticos del punto 1 de la agenda de paz en La Habana. En todos los casos, la fluidez y heterogeneidad de la categoría BIEN COMÚN implica una potencia en la que pueden guarnecerse hipótesis y explicaciones, además de ser una realidad que se manifiesta cuando de procesos colectivos hablamos.

En el Resguardo de la María Piendamó, el Concejo Comunitario del Naya o La Comunidad de campesinos retornados de Guaimaro, el BIEN COMÚN no es una cosa o un ser en sí, no se encuentra una tabla de priorización o un listado de bienes comunes en estas comunidades; existen y se nombran porque son bienes - el agua, el aire, los bosques sobre los cuales existen parámetros culturales de relacionamiento e interpretación circunscritos a argumentos y sentí-pensamientos construidos milenariamente. Se expresan en su cotidianidad regularmente porque la lógica de ataque y defensa los vuelve relevantes coyunturalmente. Resalta la idea de defensa porque la tenencia y uso está en permanente contradicción; entonces, la idea de bien común, no surge en condiciones ideales.

En las comunidades no existe una condición estable, ni sobre los bienes, ni sobre lo común. Vivimos en una sociedad capitalista; aquí, los recursos naturales, los productos y las ideas se conciben, se valoran y se transan como propiedad privada. Lo que determina hegemónicamente que estos bienes, solo pueden cambiar de poseedor bajo la autorización del o la propietaria, a cambio de dinero o de una contraprestación.

Este proceso histórico está basado en lógicas de acumulación y despojo que se materializan y reproducen combinando legalidad e ilegalidad, en muchos de los casos de forma violenta. La apropiación y control de los recursos y medios de producción están fundamentados en la idea de propiedad privada, concepción que se ha instalado a través de los tiempos y en la cual lo común es su antagonista.

La crítica desde los movimientos sociales para la superación de esta idea que privilegia lo privado, es la clave para dimensionar la importancia de lo común, el BIEN COMÚN no es un proceso del final de los tiempos – en un futuro inalcanzable- o que empezará por decreto luego de que lo extraordinario suceda. Es una idea que camina en las reflexiones citadas al principio de este artículo y van de la mano con la movilización social de comunidades, afincada en la transformación cotidiana de lo privado a lo común y en la defensa de lo común frente al interés privado.

La diversidad de los “bienes comunes”

Los BIENES COMÚNES pueden ser -ideas, recursos naturales o productos- que generan o posibilitan un bienestar o beneficio colectivo y que por tal condición son compartidos; Se comparte sobre él: la interpretación, la manera en la que se trabaja o se relaciona con ese bien y la manera en la que se produce sobre él –aunque pueden coexistir diversas maneras de producir sobre un bien compartido-.

Lo que le hace común es el valor colectivo sobre él, los beneficios de ese bien, las reglas de su uso y cuidado. Bienes comunes son bienes producidos y/o conservados por una comunidad, disponibles para usuarios que conjuntamente definen sus reglas de uso. Por lo general las reglas de uso sobre un bien común están basadas en el CUIDADO y en la economía de las necesidades, no en el interés o el lucro. Para muchas comunidades, BIEN COMÚN es el conocimiento materializado en el territorio habitado: el agua, el aire, los bosques, las semillas.

Esta concepción reproduce experiencias colaborativas entre sus miembros, basadas en dos aspectos 1) El trabajo/- cooperación voluntaria orientada hacia beneficios colectivos, el trabajo puede ser remunerado o no. 2) Los bienes comunes que aprovecha toda la comunidad y de los cuales, sobreviven, producen y por lo tanto de los cuales se benefician.

La mayoría de estas experiencias se desarrollan en ambientes restrictivos y excluyentes de la producción, aunque su ética esté orientada a la producción de pares y de igualdad. En algunos casos la equidad en las experiencias colaborativas, se puede cumplir cuando es posible que todos los integrantes tengan acceso a los medios de producción necesarios. Esto es más evidente en los casos de comunidades urbanas de desarrollo tecnológico, como el software y las telecomunicaciones; pero este proceso en general y sobre todo en otros frentes de trabajo como el de la agricultura o el ordenamiento territorial está muy limitado por la grande concentración de los medios de producción, que sigue siendo la característica principal del modelo capitalista.

Muchas de las experiencias colaborativas exitosas pueden construir comunitariamente el sentido del BIEN COMÚN porque los medios de producción necesarios y compartidos son pequeños y/o de fácil acceso.

A su vez, el uso compartido de bienes comunes genera otros bienes comunes, acueductos comunitarios, huertas orgánicas, obras de infraestructura, software libre, entre otros; lo importante es que estas prácticas reproducen y exaltan formas de trabajo que no están basadas en la retribución tradicional y construyen relaciones sociales por fuera del marco del salario, como el trabajo voluntario, la producción en pares, la complementariedad de saberes y la redistribución de beneficios o ganancias; la idea de bien común es una manera de reproducir la vida entendiendo la producción colectiva como la clave de la existencia vital.

Así, buena parte de la potencia de la idea de BIEN COMÚN es que crece en contradicción. La creciente necesidad de proteger bienes “esenciales” deviene del debate abierto acerca del real y posible agotamiento de recursos no renovables; de la resistencia frente a la voracidad del capital por los recursos naturales que garantizan la reproducción de la vida. Así como enfrentando la acumulación de territorios y recursos, muchos de ellos considerados milenariamente en el ámbito de lo sacro o en los que el respeto y cuidado fueron inculcados fuertemente en las bases culturales para que las sociedades sobrevivieran. En éste sentido, el bien común tiene una fuerte aprehensión en las dimensiones ambientales de defensa del agua, el aire y los ecosistemas.

En el mundo del trabajo, Las lógicas de producción colectiva surgen por las afujías de la economía y la pauperización laboral, el bien común en éste sentido se abre camino en donde no hay suficiente circulación de dinero, donde el trabajo material ha sido desvalorizado, o donde los medios de producción son de fácil acceso. Aquí lógicas de trueque, de minga o brazo compartido, de redes de artes y oficios son una buena muestra de ello.

De igual forma en el mundo del saber, el BIEN COMÚN aparece donde los acuerdos de transferencia y circulación de conocimiento no están reglamentados o condicionados totalmente y donde los productos realizados permiten construir legitimidad y retroalimentación del conocimiento antes que legalidad de patentes.

Es en éstas adversidades, que la idea de BIEN COMÚN, tiene un escenario potente en la batalla de las ideas; tal vez, es en el conocimiento en su sentido más amplio donde el BIEN COMÚN libra su mayor posibilidad, puede sumar lo científico porque interpela desde la experiencia sistematizada, puede dialogar con la idea de lo sacro porque se relación con el sentido espiritual, puede reinterpretar valores culturales por que se crea y recrea a partir de lo simbólico y puede traducirse con necesidades mediatas porque brinda opciones en la materialidad del mundo del trabajo; la idea de BIEN COMÚN es parte fundamental del arsenal conceptual del lado de defensa de la vida.

El futuro del “bien común”

La idea de BIEN COMÚN desde los movimientos sociales y comunidades organizadas en especial las campesinas, indígenas y negras se relaciona con: a) El agua, el aire, los bosques y por tanto la naturaleza y sus ecosistemas. b) Las semillas y por tanto la agricultura. c) La tierra y por tanto el territorio. d) El saber y por tanto el conocimiento. e) El buen vivir –bienestar- y por tanto el hábitat, f) La biodiversidad y por tanto la vida.

¿Cuál de estos campos no hace parte de la vida misma? O mejor aún ¿No es la vida –en el sentido más amplio de sus dimensiones- lo COMÚN entre estos bienes?

En el fondo, la compresión de las formas de vida y las afectaciones sobre ellas, es lo que está en debate. Para quienes asumimos con agradecimiento la Vida -o que ella nos tenga- la idea de BIEN COMÚN es fundamental para defenderla; en una provechosa y vital conversación con líderes barriales en procesos de reasentamiento urbano, el profesor Gustavo Wilches Chaux especialista en gestión de riesgos y cambio climático, se refería a que los cambios del planeta, se deben en buena parte a ciclos naturales que se han acelerado por el modo de producción capitalista, cambios que nos despiertan cotidianamente con alarmas encendidas.

Señalaba que son esas mismas capacidades acumuladas por la humanidad en la comprensión de los ciclos naturales y la sistematización de los conocimientos en los modos de producción, la base para las transformaciones necesarias y la superación del problema; hacía énfasis en la necesidad de una transformación cultural para adecuarse a los ciclos naturales; advirtiendo que para ser victoriosa debería existir una re-significación de la vida sobre el planeta.

La esencia de tal reflexión, es que la vida tiene la capacidad evolutiva para reproducirse y que lo hará con o sin humanidad. Que lo haga con nosotros como especie, depende de la capacidad adaptativa y del uso que hagamos de los conocimientos adquiridos durante milenios, por lo cual la adaptación sería imposible sin dimensionar la vida en común.

Pero ¿Qué es lo que nos permite la vida compartir? ¿Qué es lo que más compartimos entre nosotros? El agua, el aire, el territorio, la vida, el conocimiento, las semillas, todos los recursos a los que tenemos acceso ¿Y sí pensamos al revés? ¿No es la vida como proceso evolutivo más allá de los tiempos de la humanidad la que nos deja compartir esta experiencia? Es la vida la que nos da ésta posibilidad de compartir todos los bienes; sabernos parte de la vida y no dueños de ella es la clave del ADN que nos cifra.


Referencias

    • ACIN 2006.
      “Plan de vida integral”. Disponible en: https://www.nasaacin.org/planes-de-vida-20 13/plan-de-vida-integral -
    • Altieri, M. A y L. C Merrick
      1987. “Peasant agriculture and the conservation of crop and wild plant resources”. J. Soc Conservation Biology, 1:49-58.
    • Benavides, Carlos.
      2015. “Configuración regional y lucha social. Caminar y conversar con la gente del Magdalena medio y el Suroccidente colombianos, Tesis doctoral - Capítulo 4”. Universidad Autónoma Metropolitana –Izapalapa.
    • Brush, S. B.
      1982. “The Natural and human environment of the central Andes”. Mountain Research and Development 2:14-38.
    • Carvalho, Horacio Martins.
      2002. Comunidade de resistencia e de superacao. Curitiba, mimeo 48pp.
    • Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo CLOC, Horacio Martins de Carvalho, (Comp).
      2004. Semillas Patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. Quito. CLOC.
    • Cumbre Agraria 2014
      “Pliego de Exigencias de la Cumbre Agraria”. Disponible AQUÍ
    • Fals Borda, Orlando
      1981. La Historia doble de la Costa, Tomo I. Bogotá: Carlos Valencia Editores.
    • Frieri, Sandra (Comp.).
      2014. Manual de herramientas participativas para la identificación, documentación y gestión de las manifestaciones del Patrimonio Cultural Inmaterial. Convenio Patrimonio Cultural Inmaterial desde la perspectiva local. Bogotá: Ministerio de Cultura y Tropenbos Internacional Colombia.
    • Garzón, Natasha Valentina y Juan Carlos Gutiérrez.
      2014. Deterioro de humedales en el Magdalena Medio: un llamado a su conservación. Bogotá: Fundación Alma – Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt
    • Gudynas. E.
      2011. “La renovación de la crítica al desarrollo y el buen vivir como alternativa”. Disponible AQUÍ
    • Mesa de Negociaciones GobiernoFarc-EP.
      2013. “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”. Disponible AQUÍ.
    • Roa Avendaño, Tatiana.
      2012. Palabras para narrar la resistencia. Las luchas por el agua y el territorio. En Catalina Toro Pérez, Julio Fierro Morales, Sergio Coronado Delgado, Tatiana Roa Avendaño (Editores): Minería, territorio y conflicto en Colombia, (pp. 399 – 412). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
    • Van der Hammen, María Clara (Comp.).
      2014. Entre memorias, haceres y saberes: intercambios y conversaciones sobre el Patrimonio Cultural Inmaterial campesino en Colombia. Convenio Patrimonio Cultural Inmaterial desde la perspectiva local. Bogotá: Ministerio de Cultura y Tropenbos Internacional Colombia.

Cómo citar este artículo

Álvarez, C. (2016). Hacia un ADN del Bien Común. Boletín OPCA,11, 11-14.


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